Vuelve Ignacio Valente: "Casi no hay críticos hoy"
"No confundir fantástico con maravilloso" (Ediciones Tácitas) es una nueva selección de textos, escritos por el crítico literario chileno más relevante de la segunda parte del siglo XX.
Por Cristóbal Gaete
José Miguel Ibáñez Langlois (1936) firmó durante cincuenta años la crítica literaria de El Mercurio con este seudónimo: Ignacio Valente. Cada domingo, desde el año 1966 hasta 1993 escribió para el diario y para la Revista de Libros.
La suya es una disciplina férrea, la de un sacerdote cuyos votos fueron dedicados a la literatura escrita por otros. Además, es doctor en Filosofía Eclesiástica y doctor en Filosofía y Letras.
Por estos días, "Ediciones Tácitas" publica "No confundir fantástico con maravilloso", una selección de las horas invertidas por Valente a leer y analizar las escritura de autores como Lovecraft, J.R.R Tolkien, Julio Cortázar, Rubén Darío e, incluso, Harry Potter.
Anteriormente, la misma editorial publicó "Crítica escogida", una selección de mil quinientos artículos sacados de la prensa. En ese trabajo, el editor Adán Méndez se dio cuenta de que lo fantástico y lo maravilloso persistían en su obra, a diferencia de otros críticos que no reseñan estos llamados "subgéneros", tan populares como despreciados.
Valente, en cambio, se sumergió profundamente en ellos. Armó sus propias lecturas y separó aguas en sus prácticas y características. "No confundir fantástico con maravilloso" hoy permite un viaje más allá de la realidad cotidiana, en palabras de Valente, es un recorrido que permite abordar incluso "más realidad" desde esa ficción.
Los artículos más antiguos corresponden a 1967 y los últimos a 2012. Puede ser, incluso, una forma de leer la evolución de un crítico, si entendemos esto como un género literario en sí mismo.
Un género escrito siempre bajo presión, por lo que muchos juicios pueden ser grandes aciertos o caer en la polémica, que es lo que alimenta la crítica literaria y su caja de resonancia.
Grandes aciertos fueron, por ejemplo, la lectura que hizo Valente de dos de las mayores voces poéticas de nuestra tradición literaria.
Por años, "Sobredosis", de Alberto Fuguet aprovechó el rechazo que le género su lectura a Valente como publicidad. Y por otro lado, Roberto Bolaño, incluyó la figura del "crítico" en su novela "Estrella distante". Lo llamó Nicacio Ibacache.
En "No confundir fantástico con maravilloso" no se alteró ningún juicio de Valente. Todo quedó intacto.
Y así lo reconoce: "Si releyera todos mis artículos y ensayos, seguramente encontraría juicios imprudentes, o irónicos, o equivocados. Pero si se tuvo la temeridad de escribir 1.500 artículos o más, no se le puede pedir a uno la paciencia -¡la tortura!- de releerlos. En todo caso, dentro de este mismo libro, creo que no reconocí bastante el talento de Borges, y que exageré el de C. S. Lewis".
Esto fue lo que contestó el crítico vía Ipad.
-¿Cómo se forma un crítico literario?
-Primero leyendo, leyendo y leyendo. El estudio académico de la literatura puede ayudar, pero no basta en absoluto. Y tampoco basta leer mucho si no se tiene ese imponderable llamado buen gusto. En suma, hace falta un buen gusto natural, formado y educado por muchísima lectura.
-¿Cuál cree que fue su mayor acierto crítico?
-Eso tendrían que decirlo los lectores. En todo caso, yo siempre sentí que se me daba mejor la crítica de poesía. Y dentro de ella, me alegra haber descubierto a Raúl Zurita cuando nadie lo conocía, y haber realzado los quilates de Nicanor Parra cuando se lo empezaba a conocer y ya se lo ninguneaba. Por eso el libro de crítica que más me alegra haber escrito es "Para leer a Parra".
-¿Cómo ha visto cambiar la crítica literaria en estos últimos años?
-Creo que ha venido a menos. Casi no hay críticos hoy.
-¿Qué disciplina le exigió el ejercicio crítico?
-Sobre todo dos. Una, la prontitud de la entrega semanal del artículo durante todo el año, pasara lo que pasara. Y la otra, el haberme obligado a escribir en limpio sin tener que corregir después, hábito que adquirí en los tiempos de la máquina de escribir, y que he tratado de conservar cuando llegó la computación.
-¿Por qué libros le indicaría partir a un lector neófito, sea en lo fantástico, sea en lo maravilloso?
-En el género fantástico, con los cuentos de Edgar Allan Poe y los de Julio Cortázar. En el género maravilloso, con "El principito" de Saint-Exupéry y con "El Señor de los anillos" de J. R. R. Tolkien.
-¿Cómo convive la fe en Dios con la presencia de lo fantástico y lo maravilloso en nuestras vidas y lecturas?
-Lo maravilloso es como una introducción al mundo de la fe religiosa. Dice Chesterton que quien de niño ha visto bailar a un duendecillo en la punta de una hoja de hierba, de grande tendrá más facilidad para creer en los misterios de la fe sobrenatural.
-¿Por qué, a través de lo fantástico y lo maravilloso, llegamos a "más realidad"?
-Porque la creación literaria produce una condensación de realidad, una especie de quintaesencia de la realidad. Por eso se dice que toda literatura es una "mentira verdadera". Y los géneros no realistas, que contienen más "mentira", pueden contener también más verdad: más realidad. Ellos pasan por lo que no es, para llegar a lo que es.
-Varias de sus lecturas de este libro evocan sus tiempos juveniles. ¿Qué cambia en un lector con el tiempo?
-El lector rejuvenece. Y al revés, un libro es bueno para gente joven solo cuando también es bueno para el hombre adulto, es decir, para el niño que todo hombre maduro lleva dentro. Si al adulto se le cae de las manos, será porque no es una obra valiosa, tampoco para un lector joven. Con el paso del tiempo gozamos más y mejor de los libros buenos que leímos de jóvenes.
-¿Por qué han despreciado estos géneros otros lectores "serios"?
-Será porque perdieron al niño que llevaban dentro. O porque al ponerse serios se les atrofiaron los poderes de la fantasía, los vuelos de la imaginación.
-¿Cuál es la relación de los poetas con lo fantástico y lo maravilloso?
-Al contrario de lo que pudiera parecer, no hay una relación directa. Lo que el poeta hace es dotar al lenguaje con la mayor carga de significación posible. Pero esa carga no consiste necesariamente en la dimensión fantástica de la vida. Las dos cosas suelen coincidir, por ejemplo, en la poesía surrealista, y no en otras formas de expresión poética.
-Esta pandemia que vivimos, ¿se acerca más a lo fantástico o a lo maravilloso?
-Esta pandemia no se acerca para nada a la fantasía en ninguna de sus formas, porque es entera y desnudamente realista. Como tema, por supuesto, puede dar lugar a cualquier género literario. Pero por algo es que la única novela dedicada al asunto es, que yo sepa, "La peste" de Camus, una obra enteramente realista.
-Esta emergencia sanitaria, ¿ha alterado su rutina lectora?
-No, para nada. Si algún efecto ha tenido en lo literario, ha sido el de permitirme leer más de lo habitual. Porque si bien conservo todo lo posible mis actividades (vía zoom), me ha dejado más tiempo libre. Y ese tiempo ha ido ¿dónde? A la lectura, por supuesto. Mejor dicho, a la relectura. Y a veces a la re-re-lectura. ¡Gran compañía, gran placer!