Estos días difíciles han enfatizado la importancia del sistema de transporte en las ciudades, lo cual paradójicamente se ha manifestado en nuestras actuales restricciones para desplazarnos y la necesidad de tener distancia física con otras personas. En este contexto, se hace necesario distinguir entre transporte y movilidad, conceptos que, pese a ser utilizados como sinónimos, reflejan importantes diferencias en cómo entendemos nuestras ciudades.
El transporte considera una perspectiva que por décadas ha enfatizado los aspectos técnicos del desarrollo de infraestructura y mejoramiento de los modos de transporte, centrándose en la disminución de los tiempos de viaje como objetivo principal. La movilidad, por otra parte, además de considerar los anteriores aspectos, reconoce que los desplazamientos de las personas en la ciudad no sólo implican tecnologías, sino impactan en muchos otros aspectos de nuestra vida cotidiana. La movilidad tiene entonces dimensiones políticas y ciudadanas. En ese sentido, se amplía el debate desde uno dominado por círculos técnicos, a uno que requiere incluir a todas las personas que habitan nuestras ciudades.
La distinción entre transporte y movilidad no sólo es académica, sino que tiene consecuencias muy importantes para nuestras ciudades, tanto en el corto como en el largo plazo. En lo más inmediato, y atendiendo a la emergencia del covid-19, medidas con un enfoque de movilidad deben abordar las profundas inequidades urbanas existentes en nuestras ciudades, concentrándose en el acceso de las personas a sus necesidades más básicas.
Lo anterior implica privilegiar el movimiento seguro de la mayoría de las personas, esto es peatones y usuarios de transporte público, lo cual va a requerir disminuir el espacio que ha sido dedicado desproporcionadamente al automóvil particular en nuestras ciudades.
Sin embargo, las mayores consecuencias de tener un enfoque de movilidad por sobre uno de transporte ocurre en el largo plazo, pues cambia el centro de la discusión desde una perspectiva únicamente de eficiencia y velocidad, hacia una perspectiva de calidad de vida y dignidad.
Luego, la discusión, deja de ser de "modos" de transporte e infraestructura, y se reenfoca en aspectos ignorados por círculos técnicos en el pasado, tales como equidad de género, relevancia en la salud, y actividades de cuidado. Por esa razón, sin renunciar a los análisis técnicos, es imprescindible - y no optativo - que se integre explícitamente a la sociedad civil en pensar nuestras ciudades, pues todos somos "expertos" en nuestra movilidad y tenemos el derecho a decidir cómo la viviremos en el futuro.