Quema de escuelas en Arauco
Seremi Educación Biobío, Fernando Peña Rivera,
Hace pocos días, tres escuelas rurales en la provincia de Arauco fueron completamente destruidas por la acción del fuego: la escuela "Cerro Negro" y "Ana Molina" de Tirúa, y la Escuela "Pedro Etchepare" de Cañete. Según señalan testigos, los hechos fueron intencionales (lo que deberá ser investigado por el Ministerio Público), y en uno de los casos, el incendio estuvo precedido del hurto de todas las especies de valor al interior del recinto. Aún cuando no es prudente hacer juicios previos ni señalar culpables, sí podemos escudriñar con relativa facilidad en las condiciones que permitieron lo ocurrido. Sabemos que en la provincia, desde hace un buen tiempo, hay bandas delictuales fuertemente armadas que utilizan el vandalismo y el pillaje para encubrir el robo de madera y el narcotráfico. Estas bandas utilizan al pueblo mapuche como pantalla para sensibilizar audiencias, y de paso, manipular a la opinión pública sobre el carácter reivindicativo de sus actos. Es importante entender que no estamos en presencia de meras bandas delictivas (como los "Guarenes" o los "Philips), sino más bien de organizaciones criminales con un fuerte componente insurreccional, antisistema, quienes visten con un halo de heroísmo las intervenciones que protagonizan.
Desde mediados del siglo XIX la escuela colaboró en el asentamiento del Estado en el territorio nacional (Serrano, 2013), siendo una de las pocas instituciones modernas que logró generar identidad y cultura local. No es vanidad defender el rol y la importancia de la escuela en la construcción de futuros acuerdos para fortalecer la cohesión social. Quienes la atacan, saben muy bien lo que destruyen, ya que cada proyecto educativo que retrocede implica el triunfo y avance de la ignorancia (fuente inagotable de todos los males que la humanidad conoce). De ahí la necesidad de encontrar a los culpables, juzgarlos y condenarlos, de lo contrario, se corre el riesgo de erosionar a niveles insospechados el siempre débil equilibrio que garantiza la paz y el orden social.
Urge, a nivel político, distinguir y separar las demandas del pueblo mapuche y aislar a los grupos violentistas. Es momento de que todos los poderes del Estado, gobierno, gremios, organizaciones civiles, cuerpos intermedios, dirigentes sociales, en fin, las fuerzas vivas de la provincia de Arauco, se unan y detengan el avance de estos grupos. Desde el sistema escolar, estamos muy disponibles para tender puentes y trabajar por la paz de nuestros territorios (tal como se viene haciendo hace dos siglos).
No podemos permitirnos la inacción en momentos en que tanto está en juego. Que el dolor de las comunidades afectadas, sean el bálsamo que movilice la unión y la fraternidad de quienes trabajan por el bien común.