Ensayos clínicos de nuevas vacunas
La Organización Mundial de la Salud ha señalado que por ahora no recomienda ningún medicamento específico para prevenir o tratar la infección por el covid-19. Sin embargo, advierte que es necesario atender adecuadamente a las personas infectadas para aliviar y tratar los síntomas y procurar medidas de apoyo optimizadas a quienes presenten síntomas graves.
No obstante, el mundo está expectante de que se encuentre una vacuna contra esta enfermedad y Chile podrá participar en agosto y septiembre de los ensayos clínicos de tres de ellas. Se trata de las vacunas Sinovac Biotech (China), CanSino Biologics (China) y la de AstraZeneca, junto a la Universidad de Oxford (Reino Unido). Los primeros informes indican que tres mil chilenos podrán participar voluntariamente en esas pruebas y será el Instituto de Salud Pública, junto con un comité ético, los que determinarán los requisitos.
Estos ensayos clínicos no son nuevos, pero en este caso plantean el dilema de cuán ético es infectar a un grupo de personas -aunque sean voluntarias- con un virus que produce una enfermedad para la cual no hay cura y de la que se desconocen sus efectos a largo plazo, aunque esto sea para acelerar la producción de una vacuna. Pero esto se hace desde al menos dos siglos, y se sigue haciendo con estrictos parámetros éticos y científicos, para buscar soluciones a enfermedades menos letales y que tienen cura, como la malaria, el dengue, la influenza o el cólera. La mayoría de los expertos creen que a mediados de 2021 el mundo podría tener esta vacuna, un cálculo que algunos, no obstante, consideran optimista.
El ministro de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Andrés Couve, ha señalado que la estrategia de participación de Chile en estas pruebas se basa en buscar alianzas internacionales para realizar estudios clínicos de fase III, los que entregan garantías de seguridad tras haberse aprobado las fases I y II, y que están destinados a probar la efectividad de la inmunización. Se quiere garantizar el suministro oportuno de una vacuna que sea segura y efectiva, con ensayos clínicos colaborativos dirigidos por la comunidad científica nacional. Un consorcio conformado por universidades y por centros clínicos chilenos, tendrán la tarea de reclutar voluntarios, hacer el seguimiento y por lo tanto ejecutar estos ensayos para la investigación y desarrollo de una potencial vacuna en nuestro país.
La participación en estas pruebas conlleva una negociación de un suministro preferente, en el caso de que resulten exitosas, de 10 millones de dosis en el primer año y podrían llegar hasta 60 millones de dosis en el curso de tres años, de acuerdo con lo que ha manifestado el ministro de Salud, Enrique Paris.
Paralelamente, según los informes diarios que dan a conocer las autoridades, desde hace 35 días el ritmo de contagios se ha aminorado. La variación de los nuevos casos de covid-19 en Chile ha disminuido 17% en los últimos siete días y 33% en 14 días, mientras la positividad de los exámenes de PCR ha llegado al 13% en promedio a nivel nacional. De ahí que ayer se dio a conocer el plan "Paso a paso nos cuidamos", que entrega lineamientos para comenzar, sin fechas establecidas, con un proceso gradual y responsable de desconfinamiento y reapertura, en aquellas comunas donde sus habitantes han tenido un comportamiento adecuado y preventivo, y que presenten indicadores que lo permitan, tal como ha ocurrido desde hace una semana en las regiones de Los Ríos y Aysén.
Si bien en el último mes las cifras de contagiados y decesos a nivel nacional presentan una leve mejoría, también es de esperar que la cautela impere en las autoridades, para no cometer los mismos y graves errores que se han presentado en algunos países de Europa, donde hace unas semanas relajaron las medidas de confinamiento, pero la población entendió mal las señales y, como consecuencia, se ha producido una segunda ola de contagios.
Estos ensayos clínicos no son nuevos, pero en este caso plantean el dilema de cuán ético es infectar a un grupo de personas voluntarias con un virus que produce una enfermedad para la cual no hay cura y de la que se desconocen sus efectos a largo plazo, aunque esto sea para acelerar la producción de una vacuna.