Corporación Catim cumple un año de labor con niños vulnerados de Cañete
El objetivo del proyecto es reparar el daño causado por el abuso y maltrato grave y se mantiene pese a la pandemia.
En las zonas rurales de la provincia de Arauco no todos tienen acceso a agua potable, la comunicación vía celular no es fluida y los caminos se cortan por las lluvias. Además, todavía hay quienes no saben ni leer ni escribir y solo han compartido con personas de sus comunidades cercanas.
A ellos está dedicado el trabajo del programa Refugio Esperanza Cañete de Corporación Catim, el que comenzó a operar en mayo de 2019 con cobertura provincial. Hoy tiene 179 casos vigentes, todos constitutivos de delito, como agresiones sexuales y maltrato físico y psicológico de niños, niñas y adolescentes. En él trabajan 18 personas, entre trabajadores sociales, psicólogos, terapeuta ocupacional, psicopedagoga, abogado y apoyos administrativos.
Paulina Ávila, trabajadora social, es una de la más antiguas del programa, por lo que conoce bien la realidad de la provincia, hoy zona de rezago. "El hecho que nuestro programa atienda las comunas de la zona sur de la provincia, trae bastantes complejidades que tiene que ver con los altos índices de pobreza y escasez de servicios", explicó.
Otra complicación son las distancias. "Hay profesionales que van a localidades rurales y lejanas, como Tirúa Sur, Lebu, Contulmo, Los Álamos, que en un auto se pueden abarcar, pero cuando se depende de la locomoción pública es súper complicado para nuestro trabajo", explicó la profesional, quien agregó que hay localidades que sólo tienen buses dos veces a la semana y en un horario puntual.
La trabajadora social tiene a su cargo un caso en Isla Mocha, lugar que es aún más complejo para acceder, ya que deben irse en avioneta privada, la que no siempre está disponible, "y si es así, corremos el riesgo de quedarnos en la isla, sin poder regresar", contó.
Complejidades
Flavio Padilla, director del Programa Refugio Esperanza, reconoció que además de la complejas condiciones sociales también les afecta el conflicto mapuche, de la zona, situaciones que se agravaron luego de octubre del año pasado.
"Y ahí nos encontramos con la dificultad de caminos cortados, ataques a camiones forestales. Y en este último tiempo se ha llegado a atacar vehículos particulares, entonces las familias no se atreven a enfrentar estas situaciones, tienen miedo", dijo
Padilla recordó que la crisis social intensificó las demandas locales y visibilizó parte de la pobreza en la que vive la provincia de Arauco, "entonces muchas veces no es el principal interés las familias de la atención de sus niños, hay otras dificultades que los distraen más. Tienen necesidades básicas que hacen que todo sea más complicado".
Paulina Ávila sostuvo que, "me tocó trabajar con personas que sólo han compartido con personas de su familia, nunca han salido de donde viven, porque viven en la punta de un cerro, súper alejado, sin micros, entonces hacen su vida ahí. Los niños van a la escuelita cerca, entonces es toda la realidad que conocen".
Situación compleja, si se considera que la mayor parte de los ingresos del programa son por abuso sexual, por parte de adultos cercanos a los niños y niñas. Eso sí, la profesional aseguró que, "creo que la gente está siendo un poco más activa en la denuncia, y si revisas la historia familiar encuentras maltrato y abuso que viene de varias generaciones, pero hoy la información que hay hace que estos círculos viciosos se vayan rompiendo".
trabajar en pandemia
Con esa realidad compleja en cuanto a la conectividad, los profesionales deben ingeniárselas para respetar las cuarentenas y hacer el trabajo sin exponer a las familias al contagio. Más aún, cuando la pobreza que hay en la zona se ha agravado: "Hay una baja considerable en el trabajo de las forestales por las tomas y quemas, los pescadores llevan meses parados, hay mucho trabajo informal, la gente vende hortalizas, frutas, metros de leña, entonces la gente se ha visto con los recursos paralizados", explicó la profesional.
"No tenemos todas las redes a nuestra disposición, yo antes iba a la escuela a ver a los niños. Ahora tengo que llamarlos uno por uno, y eso si es que me contestan, porque la red acá no es buena", se lamentó Paulina Ávila.
El director reconoció que han hecho todo lo posible para no perder el contacto con las familias participantes. Para ello, han mantenido las visitas a domicilio dentro de lo posible, pero además han agregado contactos telefónicos y videollamadas.
"Catim diseñó el trabajo considerando que no todos los niños tienen acceso a medios digitales. También nos hemos coordinado con los consultorios o postas rurales y ellos nos trasmiten información. Hemos podido mantenerlos monitoreados y dar continuidad a los procesos. Esperamos que cuando nos encontremos se haya mantenido ese vínculo, una vez pasada esta pandemia", cerró Flavio Padilla.