Las luces y sombras que proyecta la pandemia
No por ser usada a veces como un cliché, la frase deja de tener un gran valor: "Es en las tragedias donde aflora lo mejor y lo peor de lo nuestro". Lo sabemos especialmente en nuestra zona por la experiencia límite del 27 de febrero de 2010, donde los actos más heroicos convivieron con actuaciones infames. Y esos contrastes -tan propios de los seres humanos- se han expresado esta vez con singular intensidad a propósito de la emergencia sanitaria que enfrenta la Región, el país y el mundo debido a la expansión del covid-19.
En el caso de Biobío, en los más de tres meses en que se han registrado casos de coronavirus, se ha conocido de ejemplos que alientan la esperanza, pero también de actos que ensombrecen el panorama y suelen dar cuenta de la pequeñez con que muchas veces -incluso en los peores momentos- se actúa.
Un ejemplo de las luces que proyecta la pandemia son todos los actos de solidaridad que se han manifestado desde el inicio de la crisis. Algunos son públicos, pero una inmensa mayoría caben en la esfera de lo privado.
Esta semana, por ejemplo, se conoció la iniciativa del Arzobispado de Concepción de habilitar una casa de acogida para madres migrantes y sus hijos. Se trata de personas especialmente golpeadas por sucesivos embates. El primero, tener que abandonar su país forzadamente, debido a las complejas condiciones de vida allí existentes. El segundo, intentar integrarse a una sociedad que muchas veces transita entre la discriminación y la desidia. Y, tercero, enfrentar en tierras extrañas una pandemia de dimensiones absolutamente desconocidas para las actuales generaciones y con aún insospechadas consecuencias. Frente a ese adverso escenario, una casa que las acoja e incluso les dé la oportunidad de desarrollar una labor -en este caso la confección de mascarillas- es una puerta que se abre generosa para ayudar a hacer frente al difícil presente.
Pero las historias de solidaridad son mucho más prolíficas que las que conocemos públicamente. Y se expresan desde aquel empresario que hace todos los esfuerzos por mantener al día el pago de sus trabajadores -incluso a riesgo de su patrimonio- hasta aquel vecino que ayuda a proveerse a los adultos mayores que permanecen en cuarentena. E incluye, por ejemplo, a aquellos que si bien han recibido la ayuda estatal expresada en cajas de alimentos, han decidido donarla a personas de su entorno que más lo necesitan.
En materia de atención de salud -la más apreciada labor por estos días- es innegable que el mayor reconocimiento está bien puesto en el personal que se mantiene día a día trabajando. Porque si bien aquello se ha hecho público, en virtud de los extensos turnos y el evidente riesgo que representan hoy en día esas tareas, es en la esfera más íntima donde queda de manifiesto todo el sacrificio que implica para esas personas alejarse físicamente de sus familias, temer permanentemente ser contagiados y, lo peor, convivir con el peligro de llevar el virus a sus entornos. Enfrentar esas sensaciones, que se viven en silencio y en solitario, y no claudicar de su labor, es una expresión de conciencia del rol social y -a fin de cuentas- de la máxima solidaridad, que vale la pena reconocer.
Pero también en este periodo ha habido sombras que obligan a poner atención en la estrecha concepción que a veces tenemos del concepto de solidaridad. Algo que se expresa especialmente en todos aquellos que todavía no comprenden el necesario concepto de cuidarnos entre todos. Un factor clave cuando se trata de la circulación de un virus tan contagioso como el covid-19.
El espectro de estos actos es amplio. Va desde aquellos que no respetan los llamados a quedarse en casa salvo justificadas razones hasta los personeros políticos que hacen declaraciones o toman decisiones con la calculadora electoral en la mano. Esto último es especialmente preocupante porque los efectos de esas decisiones tienen un efecto mayor en cómo se lleva adelante el control de la pandemia en la Región y el país. Este tiempo no puede ser el de pensar en la conveniencia personal, en el impacto en la popularidad o en el posicionamiento partidario. Muy por el contrario, es el momento de apelar a todas las herramientas, criterio y prudencia, para tomar las mejores decisiones en favor de las comunidades.
En ese escenario, resulta lamentable haber conocido un instructivo del Gobierno que estableció la forma en que debía realizarse la captura de imágenes de la entrega de cajas de ayuda a las familias. El solo acto de intentar aprovechar este acto que se supone representa una obligación de la administración estatal, es una muy mala fórmula de buscar capitalizar políticamente el proceso.
Ahora bien, no se puede negar que esta es una práctica que ha sido usada -incluso en este periodo- de manera bastante transversal por distintos personeros, incluidos parlamentarios en ejercicio y precandidatos a diversos cargos, lo cual no quita gravedad al asunto sino la intensifica, pues muestra cómo se ha hecho una costumbre el intento de instrumentalizar este tipo de situaciones. Y aquello, que es ya altamente cuestionable en un periodo de "normalidad", en un caso como el que se vive actualmente es sencillamente inaceptable.
En materia de atención de salud es innegable que el mejor ejemplo es el personal que se mantiene día a día trabajando. Y es en la esfera más íntima donde queda de manifiesto todo el sacrificio que implica para esas personas tener que distanciarse físicamente de sus seres queridos y vivir con el temor a ser contagiado.