Los 101 años de la UdeC
Seremi de Educación Biobío, Fernando Peña Rivera,
"La universidad está siempre abierta a los cuatro puntos cardinales de la cultura y el espíritu, y solo cerrada para aquellos que se manifiesten reacios al cumplimiento de sus deberes o propugnan un obcecado dogmatismo".
Esta frase del abogado Rolando Merino Reyes (1898-1957), ex decano de la facultad de derecho en la UdeC y ex Intendente del Biobío; y que está grabada en un muro al costado del foro universitario, resume bien la misión institucional y los desafíos de la centenaria casa de estudios, la que ha sido testigo del progreso de nuestra sociedad, aportando desde diversas áreas del saber. En esa primera dimensión de su quehacer (la intelectual), vale la pena preguntarse cuál es el valor y los límites de la ciencia moderna, procurando su continuo diálogo con otras disciplinas, con foco no solo en la creación de nuevo conocimiento, sino también en el cultivo de aptitudes que nos permitan valorar el error y los desaciertos, asumiendo con humildad y mansedumbre nuestra relación con la verdad, sabiendo que las certezas son escasas (por no decir inalcanzables).
La actual pandemia nos ha recordado que los contornos de la modernidad, esto es, la promesa de que el progreso material nos permitiría controlar nuestro entorno e incluso predecir nuestro futuro, es algo arrogante y cada vez mas peligroso. La universidad no puede estar ajena a esta transformación epistemológica que, por sobre todo, exige cuestionar los paradigmas presentes en muchas áreas del conocimiento.
En una segunda dimensión (la ética), el profesor Merino apunta al "cumplimiento de los deberes". En ese sentido ¿cuál es el compromiso de la universidad en la formación moral/valórica de sus alumnos? ¿Ve a sus alumnos como personas maduras o jóvenes en formación? ¿Qué virtudes cívicas se respiran y practican en sus pasillos? ¿Existe un debido respeto a la autoridad docente y directiva por parte de los alumnos? Son preguntas necesarias, que además de abrir sendos debates, nos deben movilizar a la acción, esto, porque la ética no es un lugar encumbrado para grandes discusiones filosóficas, sino más bien el desafío diario y permanente para llenar de contenido nuestra existencia.
El momento político no puede demandar más urgencia. Lo que se haga o deje de hacer desde los espacios universitarios, puede tener consecuencias directas sobre nuestra convivencia social y sobre nuestra institucionalidad democrática, no por algo, la violencia vista el año pasado en nuestra ciudad estuvo precedida durante años por la acción de grupos insurreccionales que utilizan la universidad como trinchera.
Como ex alumno de la Universidad de Concepción, agradezco formar parte de esta gran familia ¡Universitarios arriba, arriba de pie!