Hace unos días, 21 de abril, se conocía el lanzamiento de "Alegarikous", tema de Carlos Cabezas, interpretado en vivo durante el concierto por los 20 años del disco "El resplandor", en el Teatro Biobío.

Como uno de los clásicos post/90, la placa era el inicio de la carrera solista del también Electrodomésticos y, paralelamente, un detonante en los sonidos de la música nacional capaz de atreverse y hacer algo así como pop de ciencia ficción en Chile. Cortes como el citado, "Monopolygamia" o "Endoncia" evidencian algo de esta concepción Sci/fi. Por lo demás, canciones que no esconden el apego por una nostalgia derivada de los favores que la tecnología permitía en 1997, año del lanzamiento del álbum.

El 1 de diciembre de 2018, Cabezas acompañado por cinco buenos músicos, llegó a la Sala Principal del recinto que mira al río Biobío, para ofrecer un momento en vivo, que son para siempre, quedando en los recuerdos del público que llegó gustoso de aventurarse por un camino de misteriosos sonidos y atmósferas.

Era la música de Cabezas, hoy de 65 años, y que con 42 años legó un trabajo que al presente no ha perdido vigencia. Es esta la cualidad esencial por la cual el espectador puede dejarse llevar por los 46 minutos del concierto (más un clip testimonial de seis minutos) disponibles hasta hoy, a las 23.59 horas, en www.teatrobiobio.cl.

Indudablemente, una propuesta para ver y disfrutar bajo la dirección audiovisual de Eduardo Boza, según indican los créditos, y la delicada edición/montaje efectuada por la realizadora penquista Ángela Jarpa.

Su apuesta en la selección de planos y secuencias hace que la música de Cabezas se incorpore a la visualidad de movimientos llevados por instantes de los propios los músicos, como también movimientos de cámara lentos realizados en el ritmo del escenario.

ES UN RESPLANDOR

¿Qué hace tan visual "Cabezas, el resplandor"? Las canciones, qué duda cabe. En esta jornada producida como parte del ciclo "Fome", junto al Teatro Biobío, hacen que la edición/curatoría del show sea recomendable. Y no sólo por los cortes y lo que implican (argumento de base para darse el tiempo de ver un concierto o parte de éste de manera online) Ahí juega muy a favor la propuesta visual de la puesta en escena, donde la variedad de planos y movimientos de cámara hacen que el ritmo visual se acople bien a su par sonoro en los nueve cortes hasta hoy disponibles.

Es como pensar en un trabajo melódico conjunto. Música, audio y visualidad tratados como un todo, el que se ve y escucha, y que se aprecia aportando al lenguaje de ambas formas artísticas. Las canciones de Carlos Cabezas pueden sentirse como laberintos, donde las líricas y musicalidad llevan al misterio y atmósferas reafirmadas acá -bien las decisiones de montaje de Jarpa- por capas de colores que le imprimen a la iluminación un claro sentido musical.

Asumiendo, quizás, que ésta no era una formal apuesta televisiva, sino un registro hecho bajo ciertos estándares audiovisuales, se aplauden los resultados. Ello, en un marco donde el coronavirus lleva a que una parte de la televisión se haga por "zoom" o plataformas afines.

Es en estas pantallas donde hoy aparecen rostros que trabajando en el medio televisivo, simplemente, se olvidaron de algunas lógicas narrativas, sonoras y de planos, y que no resultan suficiente, incluso, en días como los que vivimos. No basta con naturalizar la semántica del plano a uno fijo y muchas veces mal compuesto. Por eso, vaya la recomendación de este concierto de Carlos Cabezas que se asume como aporte en la escasez frente a la cual pueden sacarse lecciones aplicables (audio)visualmente.

"Cabezas, el resplandor" es un resumen bien seleccionado del show que el músico nacional realizó en el Teatro Biobío y que hoy está en streaming.

Por S. Grant

"Cambia lo superficial, cambia también lo profundo…" canta Mercedes Sosa, cuya voz vuelve para confirmar que "… cambia todo en este mundo…". Y así continúa la voz de la cantautora argentina, a través de una lírica que toma vigencia en estos días de emergencia sanitaria, a raíz del covid-19.

Una letra compuesta en 1984 y que 36 años después se torna en una certeza mundial, cuando el flagelo de la pandemia golpea sin discriminar fronteras. Ciudades como París, Venecia, varias de China, también Concepción y Santiago, integran un mapa geográfico que diariamente suma contagiados, a la espera de un peak. En ese plano, Nueva York no está ajeno, siendo hoy la ciudad más afectada de Estados Unidos.

Con un total de 16.599 muertes y 271.590 casos confirmados la llamada Gran Manzana protagoniza una pesadilla, donde cada uno de sus habitantes tiene un rol protagónico cumpliendo con una cuarentena necesaria e ineludible, más allá de los pronósticos.

Es la que cumple el músico penquista Pablo Vergara desde el 15 de marzo pasado, junto su familia. Con más de dos décadas de residencia en Nueva York, el pianista de 47 años cuenta que un día antes del tomar la determinación del encierro cumplió con su último trabajo musical.

"Entonces la atmósfera ya estaba bastante enrarecida y me pareció extraña e inquietante la falta de medidas de seguridad y la falta de conciencia de la gente. Llegué a casa bastante angustiado, presintiendo que podría ser la última presentación pública en un buen tiempo", señala al otro lado de la línea, con un claro dejo de tristeza en sus palabras.

Un estado de ánimo totalmente contrario al que vivió durante sus días en Concepción dos semanas antes, ocasión en que celebró su cumpleaños (el 23 de febrero) acompañado de su familia de cuna y más cercanos. Tal como dice, hoy se considerar un bendecido, recordando el concierto de la gala inaugural del "Picnic Jazz", en el Teatro Biobío, junto a Claudia Acuña y la Big Band Jazz Concepción.

"Fue una jornada magnífica para casi mil personas -el 28 de febrero-, junto a Claudia Ignacio González y los músicos de la Big Band, además de un magnífico cuarteto de cuerdas", señala el pianista sobre un momento que "ahora parece irreal… Como recuerdos de una vida y de un mundo pasados, es casi increíble".

De hecho, Vergara tenía la esperanza de regresar a Concepción durante el segundo semestre para presentar en la ciudad de origen el proyecto ¨Canciones de la Torre", álbum tributo al centenario del Grupo de los Diez, protagonista de la escena cultural y artística nacional entre 1914 y 1924.

Pero todo se paró. "Algunos días después (del concierto local) volé a Nueva York con mi pequeño hijo Camilo. Recuerdo haberlo obligado a ponerse una máscara en esa interminable conexión en el aeropuerto de Lima, y recuerdo que estaba bastante inquieto. Entonces ya había oído de bastantes casos y contagios y el último lugar en el que quería estar era recorriendo los terminales de un aeropuerto repleto de gente", apunta.

-¿Qué tal fue la llegada? Finalmente, no ha pasado tanto tiempo.

-Desde el día en que regresamos (inicios de marzo), el comercio y los servicios de la ciudad comenzaron a dejar de funcionar progresivamente. Finalmente, los colegios cerraron hasta nuevo aviso, y ahí comenzó realmente esta cuarentena para nosotros en familia (mediados de marzo).

-¿Cómo sientes ver una ciudad como Nueva York en un momento como éste? Es como una escena de película.

-Es muy triste estar en esta ciudad y este país en este momento. Nueva York parece haber perdido su razón misma de ser, al ya no poder congregarnos. Y la terrible crisis sanitaria ha puesto bajo la lupa todas las fallas del sistema justo cuando millones y millones han perdido sus fuentes de trabajo. La gente ha quedado en la indefensión más absoluta. Algunos días y noches no ha habido momento en el que no se oyeran pasar ambulancias. La muerte se siente muy presente.

ESTAR EN CONTACTO

La última tocata de Pablo Vergara fue hace más de un mes. "Mis actividades musicales están congeladas, afortunadamente mi esposa ha seguido tele-trabajando. Por supuesto, que esto es algo que no sólo afecta a los músicos, son muchísimos los sectores que están paralizados completamente. Y no se ve muy claro cuándo y cómo podrán volver a funcionar normalmente", dice.

-¿Aparecen voces positivas en este panorama artístico, especialmente, de las autoridades estadounidenses?

-Es un tema que muchos intentan evitar por el momento con discursos optimistas. Pero progresivamente hay conciencia de que no podremos volver a vivir las vidas que vivimos antes por un buen tiempo. Los clubes de jazz están cerrados, pero honestamente no sabemos si sobrevivirán la crisis y volverán a abrir. Es desolador. Incluso si lo hicieran, ¿cuántos querrán bajar a pasar horas en el pequeño subterráneo del Village Vanguard o de Mezzrow, en la era del distanciamiento físico? Si le sumas la lista artistas que hemos perdido en este último mes, el panorama es terrible.

-Comunicación con la familia local imagino que diariamente (Pablo es hijo del psiquiatra local Francisco Vergara).

-Hemos seguido con preocupación la situación en Chile, también. Dada la precariedad del sistema de salud, es inquietante. Me mantengo en contacto permanente con la familia extendida. Ese contacto nos ayuda también a todos, yo creo.