"Vampires" o las tribulaciones de las nuevas generaciones
Personaje clave en la literatura, el cine y la ficción, en general, el vampiro ha tomado distintas formas y expresiones desde que -respetando los designios del género- el irlandés Bram Stoker (1847-1912) le diera forma y contenido en "Dracula". La novela epistolar publicada en 1897 que, sin duda, se transformó en caldo de cultivo constante para la producción audiovisual en sus más amplias formas.
Ahora, si tuviéramos que buscar puntos comunes en las incontables películas y series (en menor cantidad) en torno al vampiro como motivo de personaje, allí aparecen variables como la luz del día, arma letal para un ser de la noche, la sangre, como su fuerza vital, y la carga erótica, que esconde deseos materializados en el placer, que puede llevar a la muerte.
La serie francesa "Vampires", original y recién estrenada en Netflix (20 de marzo), toma parte de estos artilugios para componer los seis capítulos (promedian los 40 minutos) de una primera temporada bajo la dirección de Thierry Jonquet. Sin una segunda todavía confirmada por el gigante del streaming, aunque ya deseada por los usuarios, la historia se interna en la familia Radescu. Mitad humano y mitad vampiros, para convivir en el medio social toman una droga que evita la proliferación de células vampíricas.
En este contexto, aparece Doïna, la hija menor, una adolescente de 17 años que pareciera no comprender, incluso, no aceptar su condición de tal. Como toda joven de su edad, las preguntas parecen ser más que las respuestas, en una existencia que transcurre en aquel París alejado del color turístico y los distritos conocidos. Por el contrario, estamos frente a una ciudad capital oscura, marginal, ingrata y peligrosa, por más vampiro que seas. Allí las traiciones están a la vuelta de la esquina o en el beat de la próxima fiesta.
EN EL SIGLO XXI
En esta joven, además, está alojado el futuro de la especie, luego de 500 años de lucha y mutaciones en el trayecto de existencias de seres que se comportan como reyes, pero deambulan en una constante clandestinidad. Es ahí, posiblemente, donde esta ficción creada por Benjamin Dupas, Isaure Pisani- Ferri y Anne Cissé contiene sus aspectos más interesantes, también, para concebir el desarrollo de los próximos arcos narrativos.
Atrapando ciertas cuestiones dramáticas de títulos como "Euphoria" o "Sex education", de alguna manera, "Vampires" es capaz de convertirse en una narración atrapante, especialmente, para los seguidores del género de colmillos. Con una estética sucia y a la vez colorista, que recuerda ciertos trazos de Gaspar Noé ("Irreversible" o "Clímax"), un cineasta que sabe (com)poner en cámara la llamada "Ciudad luz"; aparecen momentos no ajenos al barroquismo y el exceso estético. De este modo, "Vampires" apunta a un público más joven, , y lo hace con esa mirada -inocente y turbia- de seres que están descubriendo el mundo, sus arterias y circunstancias.
Por supuesto, "Vampires" funciona dramáticamente hablando, sobre todo, si no se exige mayor profundidad psicológica a personajes que en su actuar y acciones dicen mucho más que si lo verbalizaran en diálogos que hasta pueden ser reiterativos. Así, ésta es una producción al ritmo de los tiempos, mirando a los vampiros un poco más allá de los espejos y el ajo. Acá las edades se cruzan, los deseos se mal entienden y la sangre corre, asumiendo que las convicciones básicas son integrantes de una trama que atrapa.