Para prevenir que se consuman drogas hay que hablar sin miedo con los niños
El 12° Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar del Senda, que encuestó a estudiantes de octavo a cuarto medio de colegios municipales, subvencionados y particulares mostró que el consumo de sustancias como marihuana, fármacos tranquilizantes, cocaína y pasta base en los escolares chilenos supera los índices de otros países de América. Entre los datos que arrojó están que la edad promedio del inicio de uso regular de drogas es entre los 14 y 15 años, que 1 de 3 jóvenes entre 13 y 17 años consumió marihuana y que 64% se embriagó en el último mes. Además, el consumo de sustancias se da en los distintos tipos de establecimientos.
Pero, otros estudios revelan que según los contextos hay diferencias importantes en el consumo problemático, es decir, ese que afecta el estado de salud integral del individuo, sus relaciones y desempeño, y a su entorno. "Dentro del grupo con consumos más graves, solo 7% es representado por los colegios privados, mientras que en las escuelas públicas esta estadística asciende a 22%, o sea, casi el triple", advierte Mariano Montenegro, ex director del Senda y psiquiatra de la Asociación Médica para la Prevención de Alcohol y Drogas (AMP).
La médico familiar infantil Carolina González, presidenta de la Sociedad Chilena de Medicina Familiar y miembro de la AMP, agrega que "también hay diferencias en la calidad del consumo", ya que si bien todo tipo de drogas son nocivas "las más dañinas, como la pasta base, se ven más en el nivel socioeconómico más bajo", precisa.
UNA BRECHA
Por lo expuesto, el consumo problemático de drogas es una de las tantas manifestaciones de desigualdad social que afectan a miles en Chile. El tema no se puede pasar por alto nunca, menos hoy, cuando la ciudadanía lleva dos meses manifestando múltiples demandas y pidiendo a gritos cambios en busca de un país más justo, equitativo y mejor en todo y para todos.
En este sentido, hay que destacar que los entornos y vínculos pueden ser determinantes en relación a la protección o vulnerabilidad al uso de drogas, pero también en las posibilidades de solucionar el problema. Y González manifiesta que "tener un consumo problemático en un nivel socioeconómico más bajo implica tener menos redes y oportunidades para salir".
El acceso a salud mental en el sistema público, o mejor dicho la falta, es una de las razones que agudiza el problema, ya que el presupuesto en este ítem está por bajo los estándares de la Organización Mundial de la Salud. Así, poder recibir atención y tratamientos de rehabilitación oportunos es más restringido para poblaciones más vulnerables y, por tanto, una manifestación de inequidad. "Hay que derivar a centros específicos que están copados", lamenta la médico familiar, por lo que cuesta que un paciente ingrese y que sus controles sean con la periodicidad adecuada, a diferencia de lo que podría ocurrir en grupos con más recursos económicos y personales.
LO MEJOR ES PREVENIR
Para Carolina González es necesario avanzar en la salud pública para reducir las brechas y cifras, y para mejorar el bienestar general de la población en el presente y futuro, ya que el consumo problemático de drogas tiene efectos en el corto, mediano y largo plazo. Pero, sabe que es un desafío de varios años y requiere profundos cambios estructurales, y define como las medidas más costo-efectivas y a las que poner atención a las que apunten a promover y prevenir.
Si el problema se ve en niños de 14 años o menos, la tarea debe comenzar antes, en la infancia y extenderse en todos los niveles escolares. Al respecto, cree que las intervenciones deben darse a través de políticas públicas y otras iniciativas, como las que surjan desde los propios establecimientos, y deben involucrar a toda la comunidad, lo que incluye a la familia. Y si bien en muchas se esconde el riesgo o dificultades, al sensibilizar y entregar herramientas incluso podrían gestarse cambios para construir nuevos ambientes que protejan si es que esto no se hizo antes.
Es que las familias son actores protagónicos y la comunicación al interior de los núcleos es trascendental para prevenir. Menciona como factores protectores a saber quiénes y cómo son los amigos de los hijos, estar al tanto de las actividades de los menores y abiertos a responder sus inquietudes, sin que esto genere temor en los niños.
De hecho, conversar sin miedo ayuda en la prevención del uso de drogas. "Hay que hablar con los hijos desde chicos, adaptado el lenguaje a su edad, y siempre con su nombre, igual que la educación sexual", manifiesta González. Es decir, que el tema no sea tabú, sino contar a los niños desde pequeños los riesgos a los que se exponen y cómo evitarlos. Es que así como mientras antes comience el uso de drogas es más complejo el pronóstico, ya que explica que "por su neuroplasticidad y desarrollo, el cerebro infantil -y hasta los 20 años- es más susceptible al daño y adicción", también lo será para consolidar aprendizajes significativos e instaurar conductas que perduren.