En marzo de 2018, el Consejo de Rectores de Universidades Chilenas (Cruch) creó su comisión de Igualdad de Género con representantes de los planteles adscritos, con el fin de abordar la inclusión, diversidad e igualdad de género. A un año y medio de su creación, la coordinadora de la comisión y académica de la Universidad Arturo Prat, Antonia Santos hace un primer balance de los avances de la comisión y fija claros desafíos de cara al futuro.
"A largo plazo queremos un cambio cultural, pero a corto plazo queremos que las universidades tengan políticas institucionales de igualdad de género, que en sus planes de desarrollo estén presentes las mujeres y que haya acciones definidas para nivelar las inequidades (...) Queremos estadísticas desagregadas, mujeres visibles, detectar inequidades y actuar frente a ellas", comentó, en el marco del seminario internacional de desigualdades de género organizado por el Cruch la Universidad de Concepción (UdeC).
-Creo que lo próximo que debemos abordar tiene que ver con transversalizar el género, es decir cómo se educa o forma internamente a los estudiantes respecto a la perspectiva de género: la visibilización de esas mujeres y sus alcances, y como esto tiene que ver con las labores académicas que se realizan dentro de la universidad, que tienen que ver con la extensión, investigación, etc. Un estamento que no podemos olvidar tampoco tiene que ver con los funcionarios no académicos, que forman parte de estas políticas, y que muchas veces olvidamos.
-Siempre falta; esa es una lectura que siempre hacemos y decimos que nunca tenemos lo que nos gustaría. Debemos decir que hay veces en que el trabajo es mucho más silencioso. Nosotros comenzamos a trabajar antes del movimiento feminista, porque levantamos un diagnóstico de la situación que vivían las universidades. Los rectores se impresionaron porque detectamos que no existe una discriminación directa, sino que es indirecta porque ya está normalizada.
-El movimiento feminista significó un acelerador, una ayuda importante para que los rectores se diesen cuenta de que tenían que actuar frente a lo que era un movimiento, en su momento, muy desbordante y que afectó a la mayoría de las universidades, sobre todo estatales y regionales. Ahí comenzamos a trabajar con los rectores en establecer una agenda de género, o los puntos mínimos de una política institucionalizada de igualdad de género en las universidades.
-Los primeros estudios de género que se instalaron en las universidades enfocaron su quehacer en las relaciones de género de la universidad para afuera. Hicieron aportes pero nunca hubo la sensibilidad de saber que pasaba en las universidades, porque son estructuras y organizaciones con objetivos, con una cultura organizacional. (...) Mirar para dentro de las universidades nos hizo ver que no es un espacio neutral sino que está inserta en una sociedad y es un espacio situacional donde hay relaciones de competencia, de desigualdad, hay ejercicios de dominación y hay jerarquías de poder. Tiene todos los ingredientes para reproducir las desigualdades de género.
-Siempre hay una cortante clara: a mayor poder y prestigio, menos mujeres. Esa es una cortante de la desigualdad de género. Las cuotas son favorables, ya que tienen un rendimiento positivo ya que facilitan el posicionamiento de las mujeres. Ahora, hay mujeres que no quieren ser mujeres cuota, que se resisten a eso, y que piensan que sus méritos deben obedecer a su posicionamiento. Eso en un sistema de inequidad no es posible, porque esa mujer puede llegar por sus méritos pero se debe adaptar a una determinada estructura, y por tanto hay que cambiar el funcionamiento de esas estructuras. Para mí las cuotas de género son muy positivas, y hay que buscar esos equilibrios; hay un nivel donde los rectores deben buscarlo y otro donde debe existir la facilitación para que se presenten mujeres a cargos, como decanaturas.
-Las mujeres no somos idénticas, somos diversas. Pero ser mujeres estamos sometidas a tener menos oportunidades, a tener una mayor carga laboral, a sufrir violencia y discriminación. Tenemos que ser capaces de no fijarnos en las diferencias, sino que en los mínimos que nos unen. El movimiento feminista, que es diverso en su composición, logró encontrar un elemento común, que fue la violencia que nos afecta por igual, y particularmente el acoso sexual. Debemos pensar que esta es una construcción social, donde lo que queremos cambiar son las relaciones culturales que para nosotros nos resultan muy adversas en el mundo académico.