El secreto profesional
En los últimos meses hemos sido testigos de la discusión respecto al secreto de confesión que ostenta el clero, en virtud del cual pueden guardar en secreto situaciones tan graves como el abuso sexual hacia un niño, niña o adolescente.
Producto de la reacción social que produce este tipo de delito, se ha propuesto un proyecto de ley que mandata a los sacerdotes a denunciar los casos de abusos sexuales a menores.
Este secreto de confesión en los sacerdotes se ha equiparado al secreto profesional que ampara a psicólogos, abogados, médicos, y otros profesionales que trabajan bajo el deber de guardar secreto de toda aquella información de la cual tomen conocimiento en el ejercicio de su función. Esto, porque dichas profesiones requieren del establecimiento de una relación de confianza, en la cual las personas puedan revelar incluso aquella información que pudiera ponerlos en riesgo.
Sin embargo, junto con el deber de guardar secreto, los psicólogos debemos lidiar también con la obligación de denunciar todo aquel delito que afecte a un menor de edad. La pregunta es, entonces, cómo la Psicología ha resuelto esta encrucijada.
Para contestar esta pregunta, debemos recordar que la información no pertenece al profesional que la recibe, sino a aquel sujeto que la confidencia. Por tanto, dicho sujeto tiene la autonomía de permitirnos develar esta información a terceros, relevándonos así de nuestro deber de guardar secreto. Si esta sencilla fórmula hubiese sido utilizada por el clero, seguramente una buena parte de las víctimas hubiese accedido de buena gana a revelar el abuso sufrido, en pos de su protección y de la obtención de justicia.
No obstante, incluso solicitada su autorización, existe la posibilidad de que la víctima no acepte divulgar lo ocurrido, ya sea por temor, vergüenza, sentimientos de culpa u otra razón. Aquí, la psicología en nuestro país ha llegado a una fórmula de consenso, mediante la cual se entiende que el resguardo de la integridad de un niño, niña o adolescente se encuentra por sobre nuestro secreto profesional. Esto, porque el efecto nocivo del abuso puede llegar a impactar de modo permanente el psiquismo infantil, a menos que seamos capaces de detener la noxa.
Algunos psicólogos pueden objetar que una revelación como esta, contraviniendo los deseos del propio paciente, puede resultar perjudicial para la conformación del vínculo, requisito de todo tratamiento psicológico posterior. Siendo esto cierto, no podemos obviar que una denuncia oportuna constituye un recurso fundamental para detener la violencia y el daño, contribuyendo a resguardar la integridad de niños, niñas y adolescentes. Hecho esto, se genera un terreno fértil para que el mismo psicólogo -u otro distinto- pueda acompañar el camino de la recuperación en esta grave forma de violencia, la cual suele generarse en una relación de confianza y poder.
, Magíster en Psicología Jurídica y Forense UDP