Impacto de los incendios es sobre la vegetación y no directo en los suelos
Prevención, combate del fuego y restauración de los territorios dañados es la ecuación que cada temporada consideran las empresas forestales, comunidades y autoridades para minimizar el impacto de catástrofes como el desastre ecológico y ambiental del cerro Cayumanqui, de Quillón, en 2012; o la devastación de Santa Olga, en Constitución, en 2017.
Si bien el balance de esta temporada es drásticamente menor, aun así el último informe de ocurrencia y daño por incendios de Conaf, indica que la ocurrencia a nivel de macrozona determinó que entre julio de 2018 y marzo de 2019 hubo 1.683 incendios, un 2,7% menor respecto a la temporada anterior, afectando a 9.407 hectáreas. La Región del Biobío es la más afectada con 5.968 hectáreas siniestradas, cifra tres veces superior a la temporada anterior, y muy por sobre las 1.756 hectáreas dañadas en La Araucanía y 1.326 en Maule.
Para iniciar el proceso de reforestación y determinar los tiempos de acción para evitar un desastre mayor como la erosión de los suelos, hay que entender que el impacto destructivo de estos siniestros abarca la vegetación existente y no directamente en los suelos.
SUSTENTAR
El Dr. Oscar Thiers, director de la Escuela de Ingeniería en Conservación de Recursos Naturales e Ingeniería Forestal de la Universidad Austral de Chile, explica que los suelos permiten al ecosistema sustentar la producción de biomasa y alimentos, regular el ciclo hídrico y de nutrientes, almacenar carbono y filtrar sustancias contaminantes, funciones que estarán en peligro por la desprotección en que quedarán los terrenos.
"Un aspecto clave es priorizar los suelos a recuperar. Derivado de la gran superficie y diferentes tipos de ecosistemas afectados, se deben delimitar las áreas en donde se trabajará la recuperación, protección o conservación", dice el también académico del Instituto de Bosques y Sociedad de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la Universidad Austral de Chile. La premisa, según los especialistas, es iniciar acciones paliativas antes del periodo invernal, preparando los terrenos afectados para el eventual daño posterior.
Eduardo Peña, jefe de la carrera de Ingeniería en Conservación de Recursos Naturales de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción, agrega que pese a lo dañino de un megaincendio forestal, una de las ventajas que tiene es que "el fuego pasa muy rápido y no transfiere mucha energía térmica hacia el suelo y eso hace que, por ejemplo, la mayoría de los suelos con cubierta de pastos las semilla permanezcan viables y una vez que llegan las lluvias invernales éstas germinan, generando una cubierta protectora, y efectivamente así ocurrió en los incendios de Quillón 2012 y en la mayor parte de las zonas afectadas por el gran evento de fuego del 2017".
En los incendios donde las copas de los árboles son afectadas en forma parcial, las hojas y acículas de pino, posterior al incendio, caen al suelo dando una excelente protección contra la erosión.
DESCUBIERTAS
El académico y experto en efectos del fuego agrega que las zonas susceptibles de erosión son aquellas que quedan descubiertas de algún tipo de protección por lo que "lo más aconsejable es distribuir algún residuo o desecho, porque lo que daña será el golpe de la lluvia y el arrastre posterior de esa partícula por el escurrimiento superficial. En EE.UU., por ejemplo, se acostumbra a distribuir fardos de pasto dispersado y con esa capa que cubre el suelo se evita el daño". En Chile, post incendio se ha sembrado avena como fue el caso de un trabajo muy efectivo realizado por Masisa en un incendio de bosque nativo en San Fabián de Alico.
Roberto Pizarro, director de la cátedra Unesco en Hidrología de superficie de la Universidad de Talca, explica que algunas de las acciones preventivas a implementar tras un incendio "corresponden a obras de conservación de aguas y suelos, como son por ejemplo las zanjas de infiltración o las terrazas de infiltración. Las zanjas son canales construidos sin desnivel en las laderas. Ambas obras capturan el agua y el suelo que escurre hacia zonas bajas, propiciando la infiltración del agua en el terreno y capturando el excedente de erosión".
Juan Andrés Anzieta, gerente de Medio Ambiente y Comunidades de Atsuco, releva a especies como el pino y el eucaliptus por tener la capacidad de adaptarse a la pérdida de fertilidad post incendio y lograr cubrir rápidamente el suelo acelerando su proceso de protección y recuperación.
Roble resiste
En Florida, Región del Biobío, el 100% de las especies nativas rebrotan, solo se muere la parte aérea. Por ejemplo, en el caso del roble, la corteza mayor a 1 cm de espesor resiste el fuego.