La elaboración de un apetecido vino es resultado de una cadena de producción que deja tras de sí una gran cantidad de residuos y que se puede asociar a problemas fitosanitarios. Así, por ejemplo, los escobajos que quedan de la vendimia tienen muchos compuestos azucarados de la uva que atraen agentes vectores, principalmente polilla de la uva; mientras que la poda de la parra deja grandes volúmenes de sarmientos.
Pero fue la búsqueda de una solución innovadora lo que dio vida al proyecto "Vidpaper", que con la inquietud de dar un uso alternativo a estos desechos, tras dos años de ejecución y financiado por Fondef, hizo realidad la idea de generar papel, de aspecto similar al reciclado y que fue presentado el recién pasado 15 de enero.
El doctor Juan Pedro Elissetche, ingeniero forestal especialista en botánica e investigador asociado al Centro de Biotecnología de la Universidad de Concepción es el director del proyecto, donde participaron expertos de dicho centro y también del Laboratorio de Productos Forestales de Ingeniería Química de la misma casa de estudios, y algunas empresas.
Al respecto, cuenta que uno de los caminos normales hubiera sido un manejo de los residuos sin sacar provecho: "Chile produce anualmente 1.300 millones de litros de vino que generan alrededor de 400 mil toneladas de residuos lignocelulósicos que no se aprovechan, se desechan". Usarlos como compost, también común, tampoco era atractivo ni valioso, pues explica que el que se genera es de mala calidad debido a su mayor composición lignocelulósica, lo que le otorga una naturaleza recalcitrante y es de difícil degradación. Una desventaja para esta aplicación, pero favorable para el objetivo de la obtención de fibras.
LOS RESULTADOS
Respecto al proyecto, el investigador especifica que se centró en estudiar las fibras obtenidas a partir de los residuos y probar si se podía hacer papel que sirviera para fabricar cartón; en un resultado que define como excelente. "Obtuvimos hojas de papel que cumplen con las normativas vigentes a nivel nacional para elaborar papeles de cartón. Terminamos con hojas de papel testeadas con propiedades físico-mecánicas, por otra parte la probamos también en el ámbito de tinción para ver si era factible utilizar estos papeles y ser impresos", comenta con emoción; y no es para menos, pues además de lograr el objetivo específico, hubo otros igual de alentadores: "no sólo sirve para hacer cartón, sino también para papeles especiales con mezclas de fibra y algún tipo de impresión", apunta.
De esta forma, el doctor Elissetche sostiene que "desde el punto de vista de la ciencia lo claro es que se puede hacer papel", pero el proyecto es una llave para abrir la puerta a un mundo de posibilidades. En este sentido, menciona que además de fabricar las cajas, han surgido ideas como que las etiquetas de los vinos se hagan con los mismos residuos que quedaron de su producción o elaborar "posa vasos".
De hecho, el investigador, cuenta con recato, pero gran motivación, que esto ha despertado el interés de la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático, con quienes ha sostenido reuniones, en miras a lograr un Acuerdo de Producción Limpia con los viñateros de la zona (especialmente Región de Ñuble), como una forma de contribuir a un buen manejo de los residuos, donde se les dé un valor agregado, y se genere conciencia de que se pueden obtener diversos beneficios, los que según el investigador tienen que ver con mejoras en la cadena productiva y el producto final, y mientras que cambios en los procesos y mayor aprovechamiento de los desechos también disminuye la huella de carbono que deja la producción y se genera menos impacto medioambiental.
PODER AVANZAR
Pese a que las posibilidades que han surgido y podrían nacer son diversas, y grandes las ganas de concretarlas, lo cierto es que lo que se requiere es explorarlas.
Sobre esto, el director del proyecto aclara que en esta etapa la magnitud de laboratorio, por lo que falta avanzar hacia la fase de escalamiento para generar más volumen de material, para lo que también se requiere más materia primera y, quizás, hacer algunas modificaciones a las condiciones ya probadas.
"Para hacer 'posa vasos', hay que generar volumen, no sirven 2 o 3, sino 100 o más. Eso también permite calcular y dimensionar el gasto energético del proceso, su calidad a nivel industrial, la huella de carbono y también evaluar si el proyecto teóricamente rentable, lo es en la práctica", asevera.
Así, lo que sigue, es una segunda etapa de la iniciativa, para lo que se requieren recursos y se proyecta postular a un nuevo fondo público, pero también afirma que es importante -y espera- tener apoyo de las empresas del vino y de la industria del papel, sobre todo pensando que el éxito del proyecto no es sólo un logro para los investigadores, tiene certeza Elissetche. "Tener en la zona (Biobío y Ñuble) los primeros vinos de exportación con etiquetas y cajas de cartón fabricadas con papel elaborado a partir de los propios residuos de su producción sería un mensaje productivo, turístico y de sustentabilidad bastante potente para la Región", manifiesta, por lo que no esconde el anhelo de continuar el proyecto y terminar con un proceso estandarizado y un producto, y que posteriormente salga al mercado.