Dentro del mundo de la innovación, se ha estudiado y comprobado que la colaboración es fundamental para generar procesos creativos poderosos. Con personas colaborativas, la organización puede fortalecer su innovación, al refrescar ideas e imagen, o para aportar nuevas miradas de desarrollo. Aquello es una necesidad considerando los entornos dinámicos que donde se requiere aportar valor y renovación frente a las nuevas tendencias y desafíos. Por eso, es fundamental entender que la colaboración no es un aporte sólo al clima laboral, sino que también tributa en la calidad de lo que se está produciendo en la organización.
Pero, ¿cómo podemos saber si estamos inmersos en un entorno de esas características o si somos buenos colaboradores? Primero, es necesario entender que la colaboración es un componente del trabajo en equipo, muy importante para el desarrollo de diversos procesos, y que implica una visión compartida. Por tanto, la colaboración tiene que ver con esfuerzos colectivos bajo una visión común, un mismo lenguaje, transparencia en la comunicación, compromiso, confianza, flexibilidad, respeto y proactividad.
En lo concreto, cuando se es colaborativo se comparte y transfiere conocimiento libremente, sin considerar que aquello es una propiedad intelectual que no puede traspasarse, y sin miedo a perder el trabajo o el puesto, sino con genuina generosidad. Al mismo tiempo considera aprender del otro. Cuando hay colaboración, también se flexibiliza la distribución del trabajo, con el fin de eliminar procesos dificultosos que pueden resolverse si los trabajadores son flexibles y logran anticiparse para contribuir y ayudar mutuamente en el cumplimiento de plazos y metas. Otra de las características de un colaborador es que además de compartir conocimiento, lo hace también con sus recursos, ya sea softwares, sistemas, o incluso stock de materiales.
Para ello, una actitud colaborativa resulta fundamental. Puedo tener mucho conocimiento y grandes habilidades, pero si no tengo actitud proactiva, propositiva o empática será difícil que alguien pueda colaborar; y no porque sea mala persona, sino porque no contará con la competencia requerida para ello: ser empático para anticiparme en la tarea del otro, ser flexible, ser proactivo y aportar desde la experiencia.
Aquí los aspectos de personalidad también resultan importantes, pues un colaborador requiere seguridad en sí mismo y entender que no pierde al entregar su conocimiento, sino que gana en el producto final, con una mejora del servicio o del proceso. La actitud generosa, empática y de apoyo permite un trabajo de mejor calidad y un clima saludable. Para eso, se requiere madurez emocional, con el fin de construir relaciones sanas y nutritivas con otros, que son los colegas.
No se debe olvidar que todas estas características, que se evidencian en un buen clima laboral, pueden ser potenciadas e intencionadas por la organización, que debe ser capaz de entregar una misión y visión clara y compartida, para que sea común. Al mismo tiempo, debe definir claramente roles y responsabilidades, a modo de que cada colaborador sepa cuándo está saliendo de su accionar para colaborar con otro, y también cómo regresar a su papel sin perderse en el camino. De alguna forma, una organización puede potenciar la colaboratividad al tener visión clara y ordenar los roles de cada uno de sus miembros.
psicóloga,
directora de Rukalihuen