La mujer, la artista y todo lo que representa en su esencia
Hablar de Violeta Parra es referirse a una y a la vez a muchas mujeres de nuestra tierra. Ella une múltiples cualidades humanas, políticas y artísticas que no suelen ser encontradas en una sola persona a la vez.
Hablar de la Violeta es sumergirse en el universo de la creación, es hablar de lo humano y lo divino donde la composición no tiene límites. Era una mujer principalmente sencilla, de campo. Con una guitarra en la mano logró llegar sola al Louvre, que nos mostró la danza, el canto, la artesanía, el tejido y la poesía.
Su profunda visión sobre la vida la hizo ser tremendamente apasionada, comprometida con sus valores y de gran valentía para enfrentar los acontecimientos que envolvían sus días. Fue una incansable luchadora por conseguir el respeto por su condición de género en una sociedad chilena machista acostumbrada a mantener a la mujer en un segundo plano. Violeta es y ha sido una musa inspiradora para muchas de nosotras, que nos identificamos por su forma de ser, fuerza, porfía y convicción, su tremenda sensibilidad y consecuencia.
En ella concordaba lo que decía con lo que hacía, no andaba con un discurso para los escenarios. Era franca hasta el final, amó sin límites y de esa misma manera sufrió hasta quitarse la vida. Le dolían las injusticias sociales, pero no se quedaba con esa angustia: tenía una maravillosa capacidad de expresar con rabia o creatividad benefactora. De la misma manera gozaba de las alegrías que transmitía con esa única e irrepetible huella creadora y que, como decía Nicanor, Violeta Parra no se compra ni se vende. Habla la lengua de la tierra, de nuestra geografía sentimental. Callarla ha sido y seguirá siendo imposible.
Con su apasionado carácter, su fuerza indómita traspasa fronteras en las sociedades. Logra seducir a jóvenes y adultos, artistas y creadores no sólo en nuestro país, sino que en todos los continentes. Ello se debe a que nos habla desde ese profundo convencimiento que ella atesoraba para enfrentar tanto la vida como una creación. La influencia de la Violeta en la danza la experimenté al introducirme en el universo poético de sus obras.
"El Gavilán", una composición contemporánea, que sólo con su voz y guitarra se transforman en una pieza desgarradora. Allí podemos percibir su dolor por la traición del amor, donde el Gavilán representando al patriarcado acecha una y otra vez a la gallina que sufre y lamenta los ataques que la van a llevar a la destrucción. Violeta pensaba llevar esta obra a un ballet, pero sabemos que no fue posible. Sin embargo, hoy es una enorme inspiración para la danza debido entre otras cosas a la fuerza que logra transmitir, los acordes disonantes. Esa voz no académica tal cual lo expresa la autora en una entrevista. "El Gavilán debe ser cantada por una voz como la mía, no por una voz académica, una voz sufrida como la mía, que lleva más de 40 años sufriendo".
Su obra es un torrente de agua para la creación en la danza y artes escénicas en general. Su folclore, juegos y adivinanzas, su canto, su guitarra, sus arpilleras llenas de colores y texturas nos proporcionan un universo inmenso, interminable para la creación. Nos transportan a un imaginario onírico y terrenal a la vez.
La figura de Violeta es un referente cultural, artístico y político a la vez. Recoge ritmos, formas de hablar y de pensar que abarca todas las ideas posibles de transformación. Desde la música contemporánea hasta el pop, rock o lo que se quiera lograr, así como en la danza contemporánea, el flamenco, la danza clásica y otras expresiones corporales.
Y eso ocurre, porque Violeta está en nuestra memoria individual y colectiva. No podemos ni queremos deshacernos de ella, porque es una fuente inagotable de inspiración y nos entrega una profunda identidad.
bailarina,
coreógrafa y
docente.