Cultivo del tabaco: vía rentable para la agricultura familiar
La pasión que le pone a su trabajo se le aparece a cada rato a José Riquelme Quezada (67). "Para mí es una terapia diaria", dice mientras se encamina hacia donde guarda los fardos de tabaco. De las 40 hectáreas que tiene en la parcela 14, sector Collico, comuna de Coihueco, 10 las destina a este cultivo, empleando en la temporada de cosecha que comienza a fines de marzo hasta fines de mayo, a unas 100 personas.
Está contento. Es que este año la temporada fue buena y resta por enviar a la planta de San Fernando el 50% de la producción enfardada bajo los toriles. El resto ya lo entregó a la tabacalera. Partió hace 20 años con una hectárea y este año se preparará para plantar 12.
El término de la cosecha no es el inicio del descanso para el agricultor, que también se dedica a la ganadería. No para de trabajar. Pronto hay que empezar a preparar los almácigos donde germinarán las plantas para iniciar una nueva temporada. Cada uno de éstos se arma en bandejas individuales donde la semilla se siembra en una suave turba y se cubre de agua con fertilizantes hasta que a poco más de una mes emerge la planta, que luego se lleva a la tierra y va enfilándose en surcos marrones a partir de octubre, cuando se inicia el trasplante, para alzarse hasta los dos metros, que requieren de riego cada 8 días. Aún en las almacigueras y a los 15 cm como máximo, la planta se poda, lo mismo que cuando está por alcanzar a su altura máxima. "Se corta en 20 hojas, para que éstas logren la mejor calidad posible", comenta.
Cosechada la planta tiene cuatro cortes y calidades desde abajo hacia arriba; de 1ª; 2ª, 3ª y 4ta. Todo el tabaco se guarda hasta fines de abril.
En la Provincia de Ñuble hay unas 300 hectáreas contratadas y este año se han agregado varias más en Biobío.
José dice que estos proyectos son más bien para pequeñas empresas porque todo el proceso es altamente manual. Él trabaja hace 20 años con la tabacalera y gracias a eso dice, con algo de emoción contenida y de orgullo visible, "he vivido y pagado la educación de mis tres hijos y ahora tengo un ingeniero agrónomo, un ingeniero forestal y una ingeniera comercial".
Cerca de él se encuentran, Luis Vásquez y Blanca Moya, un matrimonio que trabaja con él hace 15 años, con lo cual han podido educar a su hija, que actualmente está terminando la enseñanza media.
Antes, su labor era el cultivo tradicional, principalmente trigo, pero arroja muy poco margen. Es un negocio de volumen, hay que sembrar grandes superficies para que sea rentable.
Este año se lograron muy buenos precios, entre $1000 y $1.700 por kilo y estima que este año cosechará entre 3.000 y 3.500 kilos, de la variedad Burley, exclusivamente. En las regiones de O'Higgins y Maule se cultiva la variedad Virginia.
La calidad chequeada hoja a hoja de forma manual debe ser lo más homogénea posible previamente, antes de armar el fardo. En la procesadora, se escogen fardos al azar y se toman muestras. Si allí se detecta alguna hoja distinta, que no cumpla con el estándar o no sea del tono medio del fardo la cosecha entera puede ser devuelta y la compañía dar por terminado el contrato.
La firma también exige una tolerancia de 50 kilos por fardo y con no más de 25% de humedad. Sino, es devuelto.
En este cultivo también hay años buenos y malos, pero con una gran ventaja, que es que el cultivo está prácticamente asegurado a todo evento. "Trabajamos tranquilos porque siempre hemos tenido el apoyo de la "compañía" (British American Tobacco Chile) y por eso la defendemos. Nos entrega la asistencia técnica gratis y aquí quiero destacar a Víctor Adriazola, que está pendiente de todo. La compañía nos presta todos los insumos, desde las almacigueras, las semillas hasta el flete final", comenta.
"La empresa es muy transparente con nosotros y en la forma de enseñarnos. Si tenemos algún problema económico ajeno al contrato nos apoya de inmediato y no nos pide ninguna garantía". Sobre el contrato con la tabacalera, afirma que todo está estipulado ahí. "Es además un seguro en caso de que alguna catástrofe afecte el cultivo y cubre desde el almácigo hasta el flete que prácticamente nos sale gratis, porque nos bonifica con $1.600 desde la plantación hasta la planta procesadora ubicada en San Fernando", explica el agricultor.
la amenaza
Sin embargo, por estos días José Riquelme, así como los más 100 productores que hay en Ñuble donde hay contratadas unas 300 hectáreas y a las que este año se han agregado varias más en Biobío no pueden disfrutar del todo la recompensa del trabajo duro de un año, ante la amenaza de un nuevo proyecto de ley que -aseguran- significaría el fin del cultivo en Chile.
Por ello, el pasado lunes 5 de junio, un grupo de representantes de las mil familias ubicadas en las regiones de O'Higgins, Maule y Biobío plantearon en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados sus argumentos en contra de la iniciativa que busca regular el consumo de tabaco en Chile.
De ocurrir tales modificaciones -afirman- la empresa a la que ellos le entregan su materia prima terminaría su operación agrícola en el país y provocaría la pérdida de su fuente de trabajo e ingresos. Y si la empresa decidiera quedarse, no tendrían inconvenientes en importar.
Por ello, José Riquelme argumenta que si se quiere eliminar el tabaco, entonces debería hacerse lo mismo con las viñas para evitar la producción de vinos y licores "que causan mucho más daño físico y sicológico, y altos costos para el Estado".
También participó en el diálogo el subsecretario de Agricultura, Claudio Ternicier, quien en su intervención junto con exponer la relevancia de este cultivo en términos económicos y sociales, señaló la necesidad de considerar esta realidad en la definición del proyecto de Ley.