"Jackie": Un personaje antes que una estrella
Cuando volver sobre un tema resulta, es algo positivo. En este caso, la película es "Jackie" y el personaje Jacqueline Kennedy, primera dama de Estados Unidos entre el 20 de enero de 1961 y 1963. Todo bien hasta el 22 de noviembre de aquel fatídico y dramático año para la mujer, que debe asumir su condición de viuda y, sobre todo, ex primera dama.
Precisamente, en este último aspecto es donde el chileno Pablo Larraín pone el foco en su séptimo largometraje. Digamos un biopic, que tampoco es tanto, para darle espacio a la mirada de un realizador que toma distancia frente al personaje interpretado por Natalie Portman.
Tal como lo hizo en el primer acto de "El club" (2015), hasta ahora su mejor película; desde las posibilidades narrativas del plano Larraín construye un relato que le otorga al espectador las posibilidades de decidir sobre lo que está viendo. Es decir, el director no guía ni tampoco influye en las decisiones que éste (también testigo) pueda tomar luego de 95 minutos de metraje sobre las decisiones, miedos y contradicciones de la mujer. Es Jacqueline Kennedy quien habla con la prensa durante los días posteriores al asesinato ocurrido en Dallas. Y aunque al periodista le interese la historia detrás de la bala de Kennedy, ella controla sus palabras y establece lo que puede o no publicar (el sentido de poder recorre todo el cine de Larraín).
PONERSE EN EL ROL
El público que vaya a buscar una película biográfica de esta primera dama norteamericana, se encontrará con una obra de tesis, en calma y que expone las capas del lado íntimo del personaje.
El realizador chileno lo hace sin caer en los lugares comunes de aquel cine norteamericano que tiende a explicarlo todo literalmente. Por lo demás, una tendencia marcada en una cantidad importante de títulos "mainstream" de esta industria, aún cuando pretendan transitar por el lado íntimo o de perfil psicológico.
Pablo Larraín lo plantea acá desde el plano, como decíamos anteriormente. Es éste (el plano) el que le otorga la carga dramática a los textos e imágenes de Portman. Ella se pone bien en el rol, y lo proyecta viéndose contenida a las instrucciones del director.
De ahí que ésta sea una película de autor y no de rostro (estrella). Interesa sentir a "Jackie" más que a Portman haciendo de ella. Ahí, creo, hay un mérito de Larraín. No se tienta en hacer "LA" película, sino que contar el pedacito de la historia personal de una mujer que toma café, llora y tiene miedo.
"Jackie" es una cinta pequeña, hecha entre paredes a la manera teatral de Larraín. Sin embargo, no cae en los vicios del arte dramático, sino que está en el marco del lenguaje cinematográfico.