La deuda turística
Cuando realizamos el ejercicio de pensar en atractivos poco explotados desde el punto de vista turístico, en la Región del Biobío, suele ocurrir que caemos en la tentación de enumerar una serie de sitios poco conocidos, pero ello lleva implícito suponer que los destinos conocidos o más visitados desarrollan de buena manera la actividad turística y eso resulta aventurado.
El verano y sus amigables temperaturas pueden servir de grato marco para enseñarnos el gozar y ejercer el uso de nuestra Geografía.
El destino Concepción por ejemplo, posee un mítico río, pero difícilmente podemos tomar contacto con su orilla, cruzarlo de otro modo que no sea por sus puentes, recorrer su imponente valle o desarrollar alguna actividad que potencie la belleza de sus meandros.
Nuestras costas, repletas de bahías y ensenadas tímidamente nos ofrecen la posibilidad de navegarlas. Necesitamos de una nueva actitud de viaje, una que exalte las ganas de descubrir nuestro paisaje, y poder contar con infraestructura adecuada que nos permita acceder a él.
Un ejemplo de la renovada y dinámica actividad turística que florece, se puede apreciar en casi todo el borde costero de la Región que luego del dolor de la catástrofe del terremoto nos dejó con costaneras nuevas que nos permiten disfrutarlas y ponernos como meta, el hacer un cuidadoso recorrido por ellas, descubriendo sus secretos y bondades.
Con una nueva actitud de viaje, podríamos por ejemplo, proponernos el conocer nuestro territorio insular, que nos plantea destinos paradisíacos como Isla Mocha, pero de muy limitado acceso u otras como la poco conocida Isla Santa María que posee acceso diario por barco.
O tal vez viajar y descubrir la naciente de nuestros ríos y acompañarlos en sus saltos o en sus desembocaduras, los ejemplos son muchos, sin siquiera viajar muy lejos, pero todos ellos requieren de una nueva actitud de viaje y una infraestructura pública habilitante del paisaje.