Estado laico y Tedeum
Un conocido periodista ha criticado la pertinencia del Tedeum Ecuménico con que se celebra el aniversario de la Independencia nacional. Su argumento es que no puede ser una ceremonia religiosa "el acto más relevante de celebración del nacimiento de nuestra República laica: una ceremonia religiosa liderada por el arzobispo de Santiago" y que ello, a su vez, se basaría en argumentos que abogan por "mantener las tradiciones" o que "la mayoría de los chilenos son católicos".
Suena bien. Pero es incorrecto. El periodista repite la monserga de que Chile es un Estado laico, definición que no está en ningún texto legal; después de la separación de la Iglesia del Estado, nuestra patria quedó simplemente como un Estado aconfesional y las relaciones entre ambas entidades trataron de ser lo más cordiales posibles. Una expresión de esa cordialidad fue el Tedeum.
Se critica el liderazgo moral del arzobispo, acusándolo de encubriendo de abusos sexuales, sin embargo esta no es la celebración del arzobispo sino de la Iglesia de Santiago más otras Iglesias y Confesiones religiosas. Además que es una fiesta de carácter histórico y la Iglesia Católica tiene bastante que mostrar en la historia patria. Es cierto que la Iglesia se farreó el capital moral y de legitimidad logrado bajo el archiepiscopado de Mons. Silva Henríquez, pero una anomalía moral reciente no equivale a la historia completa.
Incluso hay un tono de censura cuando sostiene que "No corresponde que sus ideas particulares sobre temas políticos como el aborto, el matrimonio igualitario, el salario mínimo o la corrupción reciban el subsidio de ser presentadas, sin contraste ni debate, en la principal ceremonia de la República". Todo espíritu de censura es peligroso e implica una conciencia antidemocrática. ¿Se podría hacer un foro de celebración patriótica, tal vez?
El periodista invita a "La República a organizar su propio festejo del 18 de septiembre. Uno que incluya a todos los chilenos y que sea una ocasión para reconocer nuestra identidad del siglo 21, como un país diverso: lo mejor de lo nuestro". Aquí puede estar la razón, aparte del evidente odio a la Iglesia hay un propósito de romper con la continuidad de la historia, es despreciar lo que los Padres de la patria le pidieron a la Iglesia. Cómo iban a celebrar sino era agradeciendo el don de la libertad si todos eran creyentes católicos?
La idea de la Independencia fue desarrollada por la oligarquía de esa época, como el clero se reclutaba mayoritariamente en ese estrato, los sacerdotes diocesanos y regulares, casi sin excepción apoyaron la idea y se comprometieron en diversas acciones hasta alcanzar su objetivo, No estuvo de acuerdo el obispo de Santiago, Mons José Santiago Rodríguez-Zorrila y Arlegui y, quizás, su vicario general. El resto fue alegremente patriota. Todas las ideas de crear "nuevas tradiciones" son buenas, como que las autoridades se dirijan a un símbolo de nuestra cultura, como el Museo de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional, el Teatro Municipal de Santiago o la Casa Central de la Universidad de Chile, a lo mejor el estadio nacional.
Pero la Independencia que tenemos -¿o es que no queremos tenerla?- se debió, entre otros, a Fray Camilo Henríquez, Fray Joaquín y Vicente Larraín, todos de destacada participación, pero además del cura anónimo que educaba a sus feligreses en las nuevas ideas. Chile tuvo guerrillas populares monárquicas, defensoras del Rey de España, pero cuatro años después de la consolidación de la soberanía nacional. El papa Gregorio XVI nos reconoció independientes. Parece claro que la una celebración religiosa no está fuera de lugar, especialmente si no es excluyente.