Chile: Construir una buena casa en un buen barrio
Las elecciones traen consigo un debate programático -más o menos intenso, pero siempre interesante- sobre los grandes desafíos que enfrenta el país.
Sin embargo, los temas internacionales no suelen aparecer como prioritarios, pues pertenecen al reducido ámbito de los políticos interesados en viajar y en ocupar cargos y de los funcionarios de la Cancillería que reclaman para sí el mejor derecho a disfrutar de esos privilegios.
Ante esta caricatura ¿cómo puede ser que la economía más abierta de América Latina aprecie de una manera tan escasa la influencia del resto del mundo en su sociedad? Pareciera que seguimos siendo unos isleños que prefieren abstenerse y no meterse en líos.
Las reales necesidades de Chile indican otra cosa. Entender los fenómenos que conforman el proceso de globalización en que estamos insertos y tener alguna posibilidad de intervenir en ellos resulta fundamental para el destino nacional.
Cuando el poder se encuentra fragmentado, se requiere -antes que todo- confluir con los Estados de la región en que vivimos para tener una sola voz en el concierto internacional.
Aquí no cuenta esa desafortunada frase que nos identificaba como una buena casa en un mal barrio, ya que se nos exige responsabilidad ante los problemas que afligen al planeta, con mayor razón si esas dificultades se producen en nuestro entorno más próximo.
Chile hizo una muy buena labor de acompañamiento en los diálogos de paz entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), situación que nos hace pensar en que la transformación del país en un estabilizador regional es una oportunidad para la diplomacia criolla. Tenemos los recursos humanos para hacerlo, sobre todo cuando el resultado del plebiscito cubre con un manto de duda el futuro de la nación hermana. Allí debemos estar para facilitar el encuentro entre las partes y ayudar a tender puentes.
Comerciar con un 83,6% del PIB global es un tremendo patrimonio, aunque no es suficiente. Orientar nuestra estrategia externa a la convergencia en la diversidad de América Latina, asumiendo las diferencias y acercando al Pacífico con el Atlántico, fortalece a toda la región y la posiciona en un sendero seguro hacia el desarrollo.
Para concretar una política exterior como esta, se requiere de un gran acuerdo nacional que permita fundar una verdadera política de Estado, democrática y a largo plazo, que facilite cumplir los objetivos fundamentales de nuestra nación.
Solo así podremos construir una buena casa en un buen barrio.