Jorge Labarca en la memoria reciente
Con una notable trayectoria artística en nuestra ciudad, tanto en arquitectura como en pintura, Jorge Labarca reúne por primera vez parte de sus dos saberes en la Sala David Stitchkin de la Universidad de Concepción. Se trata de una exposición representativa de su trabajo arquitectónico con fotografías de sus edificios más emblemáticos y de pinturas de diversos períodos y formatos.
Basta caminar por el centro de la ciudad para reconocer su arquitectura, particularmente en edificios habitacionales (...) De acuerdo a lo señalado en el catálogo por los arquitectos Gonzalo Cerda y Roberto Burdiles: "La obra arquitectónica desarrollada por Jorge Labarca en Concepción entre las décadas de 1960 y 1970 representa hoy una de las producciones más características y maduras de la modernidad en la ciudad y el sur de Chile. Su obra podría asimilarse a lo que se ha denominado la segunda modernidad arquitectónica, es decir, una que ya pasada la fase de instalación de la primera arquitectura moderna (1940-1960), desarrolla nuevos planteamientos espaciales, constructivo-estructurales, funcionales y expresivos".
Si bien Labarca aporta texturas y juego de volúmenes en las fachadas de sus edificios, su más característico sello lo constituye la incorporación del color. "La presencia del color es un aspecto fundamental en su obra arquitectónica, sin duda ligado a su producción pictórica. La obra de Labarca se caracteriza por la incorporación del color en ciertos puntos específicos del edificio, el que se expresa en balcones, celosías, jardineras colgantes, volúmenes y cuerpos sobresalientes. (Son) destacados mediante los colores primarios: amarillo, azul, rojo y algunas de sus combinaciones" (Cerda y Burdiles).
ROL DEL ESPECTADOR
Jorge Labarca abandona los proyectos arquitectónicos allá por los ochenta, para dedicarse por completo al ejercicio de pintar como único sustento espiritual. Día tras día de los últimos 30 años, ha subido a su taller frente al río Biobío, para explorar los caminos de la abstracción y la subjetividad pictórica, su más profunda y permanente inquietud artística.
De este modo, logra una pintura reflexiva, cerebral, que indaga por el fondo de la paleta cromática y sus interacciones. Renuncia a toda referencia del mundo material, para asignarle un rol protagónico al color como detonador de una experiencia espiritual.
Primarios y secundarios se desplazan superponiéndose y alternándose en cada tela, alcanzando matices, transparencias y parquedades, donde sólo es posible una lectura fecunda de imaginación: apela a una participación activa y democrática del espectador para configurar la obra.
Recibe el Premio Municipal de Arte en 1984 y con él vienen exposiciones y reconocimientos en diferentes concursos. Su prolífica obra cruza las fronteras para obtener, al año siguiente, una Mención de Honor, Concurso Asociación Críticos y Comentaristas de Arte, (Miami, EE.UU), por nombrar algunos de sus aciertos desplegados en más de 30 exposiciones individuales.
Esta muestra es un homenaje a su trayectoria en ambas disciplinas, trabajo que ejerció por más 50 años en una especie de exilio artístico, particularmente en pintura. Labarca desarrolla un discurso visual personal y sin referentes entre sus pares locales, absorto en los postulados de los neoplasticistas y constructivistas y, muy especialmente, en el expresionismo abstracto de Marc Rothko, para quien la pintura era una experiencia mística.
Acá sólo se exhibe una parte de su prolífica producción artística, cuyos aportes quedarán señalados en la historia reciente y en la memoria colectiva de nuestra ciudad.