Directora local Alejandra Urrutia tiene argumentos para impactar
Alejandra Urrutia no solamente es la primera mujer chilena que se destaca en la dirección de orquestas profesionales: es, lisa y llanamente, una de las mejores batutas de este país, tal como ha quedado demostrado en sus recientes conciertos en Santiago.
El programa que ofreció el 14 de mayo con la Sinfónica de Chile, en el teatro del Ceac, además de ella, tenía una conexión penquista adicional: el compositor de la primera obra era Carlos Zamora, calameño egresado de la UdeC y discípulo de Miguel Aguilar.
"Vilama-La muerte del río" es una suerte de estudio sobre el "Diesirae", himno medieval usado tradicionalmente como símbolo de la muerte o lo demoníaco. Urrutia aprovechó al máximo las amplias oportunidades que ofrece esta partitura para desplegar la rica paleta de colores de las cuerdas de la Sinfónica.
En el concierto para arpa de Dittersdorf, parecía que nos habían cambiado la orquesta. Esta vez la sonoridad fue etérea y transparente, con escaso "vibrato" y articulaciones muy nítidas.
Fue un trabajo de joyería inspirado en las agrupaciones de instrumentos barrocos: el enfoque ideal para acompañar al arpa sin opacar su delicada sonoridad.
El reconocido Manuel Jiménez se desempeñó con la acostumbrada corrección, salvo un breve olvido en el movimiento final, para luego estar brillante en un atractivo "encore" inspirado en el folclore latinoamericano. Nadie sospechaba que ésta sería su última aparición como solista junto a la orquesta de la cual fue miembro durante tres décadas: una semana después, un infarto fulminante se lo llevó con apenas 56 años, dejando a la escena musical en "shock".
BATUTA QUE ARRIESGA
La Sinfónica de Chile es una orquesta muy maleable y sensible a la precisión de la batuta que la guía. Por ello, es doblemente destacable el logro obtenido por Alejandra Urrutia en la obra principal del programa: la Sinfonía "Desde el Nuevo Mundo" de Dvorák.
La directora se atrevió a arriesgar en una versión intensísima, llena de novedades de "tempo" y dinámica, que hicieron que una obra tan conocida produjera todo el impacto emocional de un primer encuentro. Así lo sintió el público, a juzgar por sus interminables ovaciones.
En su calidad de directora titular de la Orquesta de Cámara de Chile, ofreció una serie de conciertos. Uno de ello tuvo lugar el 13 de mayo en la sede del ensamble, el Teatro Municipal de Ñuñoa, y en el ceremonial marco del aniversario de la comuna.
El programa se conectaba con las recientes experiencias de Alejandra en Argentina, al incluir las "Cuatro estaciones porteñas" de Piazzolla (en el arreglo para violín y cuerdas de L. Desyatnikov) con Lucía Luque como solista. La violinista cordobesa fue conocida por el público penquista en 2005, cuando se despachó el concierto de Sibelius con una potencia de sonido y un desplante asombrosos para sus escasos 16 años. Hoy instalada como concertino en la Sinfónica de Córdoba, mantiene la misma fogosidad virtuosista, pero con una técnica sólida y madura.
La conexión entre solista, directora y orquesta fue evidente en la compartida intensidad con que se arrojaron sobre la partitura, cargando de dramatismo desde el más sutil "pianissimo" hasta las sonoridades más ásperas y violentas. Sin embargo, todo este "sudor de arrabal" no logró empapar del todo algunos importantes solos del veterano primer cello. El arreglo de Desyatnikov es en realidad un pastiche que incorpora citas a las "Estaciones" de Vivaldi y culmina extinguiéndose con una cita a la "Primavera" que sonó particularmente fantasmagórica al confiarla a un par de violines en lugar del usual clavecín. Al finalizar, los mismos intérpretes ofrecieron un arreglo de "Escualo" como "encore".
La segunda parte consistió en la versión orquestal de "Noche transfigurada" de Schoenberg. Esta obra cumbre del posromanticismo recibió una interpretación auténticamente a su altura, aunque la acústica del teatro resultó ser muy seca como para apreciar el impacto de sus múltiples gradaciones dinámicas.
Orgullo ver a una gran orquesta chilena abordando con tal seguridad una obra de textura tan compleja, bajo la guía de una gran directora penquista.