Cada cierto tiempo aparecen en los medios de comunicación casos de agresiones a menores de edad. La más reciente fue el de una asesora del hogar en un condominio en Chicureo, acusada de maltratar a un niño de 2 años, quien fue descubierta mediante el registro de cámaras ocultas.
Aprender a interpretar señales en los niños es una de las recomendaciones para que los padres puedan tener la certeza de que su hijo está siendo bien protegido, ya sea en el jardín infantil o en la casa al cuidado de una niñera.
Según explicó la psicóloga Alicia Muñoz, las actuales dinámicas laborales de las familias obligan a buscar a personas que puedan encargarse de la custodia de los pequeños durante el tiempo que papás y mamás se encuentran trabajando. "No siempre está la posibilidad de tener a alguien de confianza, como los abuelos o tíos, por lo que es muy común que los padres deban contar con un apoyo externo, como salas cunas, jardines infantiles o nanas. En general las experiencias son buenas, tanto para los niños como los padres, quienes tienen la tranquilidad de salir a trabajar sabiendo que sus hijos están bien cuidados. Lo lamentable es que no siempre es así, y a veces hay que enfrentarse con situaciones bastante terribles, como lo es agresión", sostuvo.
Las desconfianzas e inseguridades son parte predominante en estos hechos, ya que según planteó la psicóloga, "los padres comienzan a cuestionarse qué hacer, algunas madres terminan optando por dejar de trabajar. La culpa se instala en la familia cuando los niños son víctimas de agresiones por parte de terceros, '¿cómo no me di cuenta?', 'me siento responsable', son frases que se repiten. Ningún niño debe ser maltratado, pero a veces, cuando sucede, deja huellas en toda la familia".
LEER LAS SEÑALES
Según afirmó Karina Villarroel, directora de la carrera de Educación Parvularia de la Universidad Andrés Bello, el maltrato puede venir no sólo de una nana o desde algún agente educativo de una sala cuna o jardín, sino que también podría estar presente en la familia.
Hay distintas señales o "lenguajes" a través de los cuales niñas y niños se comunican, por ejemplo, estados de ánimo, control de esfínter, cambios en el apetito, temores, ansiedad, irritabilidad, cambios en el comportamiento, rechazo al afecto, tristeza, frustración o llanto frente a las personas o lugares donde ocurre el maltrato. "Aquí juegan un rol fundamental los adultos que están más próximos a los niños y niñas, por ejemplo los padres y madres, quienes conocemos a nuestros hijos y nos percatamos de sus cambios", recalcó.
Una de las actividades que pudiera ser efectiva en la tarea de identificar estos casos son los juegos de roles. "Los niños en casa muchas veces juegan al 'jardín' con sus muñecos, peluches o hermanos. Y aquí se evidencian las prácticas que vivencian a diario, porque representan los modelos. Lo mismo ocurre en los espacios educativos, muchas veces a través del juego expresan las prácticas de crianza en el hogar", explicó.
Los padres también deben estar alerta a indicadores de maltrato físico como caídas o accidentes cotidianos que resulten "recurrentes" y dificultad para moverse o para desarrollar acciones que son naturales a niñas y niños.
DIALOGAR
Asimismo, es relevante que los padres se den el tiempo de conversar con los adultos que están al cuidado o que son responsables de la educación de los menores. "Se les puede preguntar por las situaciones cotidianas, qué hacen durante el día, a qué le gusta jugar, cómo come, cómo se duerme. Si hace algo que el adulto considera que no está bien, saber cómo lo resuelve, por ejemplo. Los adultos que están a cargo del cuidado y educación deben ser personas que evidencian un equilibrio emocional, en este sentido es bueno también observar sus actitudes, reacciones y formas de resolver conflictos, entre otros", agregó Villarroel.
Con los niños, en tanto, hay que darles espacio para que se expresen a través del lenguaje oral, pedirles que cuenten su día, consultar que pasó, qué le gustó o no, y/o qué hizo."Lo fundamental es observar con atención y conocer a los hijos, sólo de esa forma nos percataremos de situaciones de maltrato, principalmente de aquellas que no son evidentes a nuestros ojos", aconsejó.
No obstante, un poco más delicado es el caso de los bebés. En este sentido, la directora de Psicopedagogía de la Universidad Andrés Bello, Mónica Arrau, manifestó que "muchas veces los padres y/o familiares realizan juegos con los niños y bebés, relacionados con movimientos bruscos y exacerbados, que pueden transformase en daños para ellos. Por ejemplo, es en el caso del denominado 'Síndrome del niño sacudido', donde pueden existir síntomas más notorios (que necesariamente terminan en atención médica hospitalaria)".
La profesional reconoció que en los bebes resulta más complejo obtener información en relación a cualquier situación de maltrato, ya que no cuentan con las herramientas comunicativas para poder expresarlo, por lo que una minuciosa revisión de marcas o cambios en el comportamiento podría encender las alertas.