Deuda histórica con la niñez
Los niños y niñas en situación de pobreza, privados de cuidado parental por vulneración grave de sus derechos, muchas veces afectados además por trastornos psiquiátricos desencadenados por la falta de amor y cuidado desde la cuna y luego perpetuados por una seguidilla de intervenciones ineficientes y desafortunadas por parte del Estado, son estructuralmente problemas que llevan años sin ser resueltos, en ningún sentido.
A nivel macro, podemos decir que Chile es un país, que no cuenta con un sistema universal que proteja a todos los niños, niñas y adolescentes en el ejercicio de sus derechos, ni cuenta con políticas públicas que puedan prever a tiempo, soluciones integrales que miren al niño y la familia en su conjunto. Hasta ahora, sólo contamos con una sucesión de respuestas fragmentadas, que suelen ser pensadas para cuando el problema alcanza su máxima complejidad y no cuando recién comienza.
Así, el caso que nos conmovió hace unas semanas , es precisamente el desenlace de la vida de una niña que se apagó a los 11 años, porque entre otras cosas, no hubo una respuesta temprana para su familia que no supo o no pudo cuidar a su hija.
Lo anterior porque cuando el Estado intervino, lo hizo muy tardíamente con una medida poco innovadora de internación, en un centro inadecuado, reconocido públicamente por su precariedad y la falta de especialización para los diversos niños y niñas que recibe.
En este contexto, también quedó en evidencia en las palabras de la autoridad de Sename, que fue vulnerado su derecho a la salud, al no recibir las prestaciones de calidad que su enfermedad requería. Dopar a un niño o cientos de ellos, no puede ser una respuesta por 11 años o más.
Finalmente, no se puede soslayar la vulneración a su honra, ya que aún después de haber fallecido se ventila públicamente la razón que motivó el ingreso de la niña al Sename. Como si la situación eximiera al Estado, de no haber hecho bien su trabajo.
Sin duda otro dicho desafortunado de la autoridad, que apagan toda esperanza de una respuesta lúcida por parte del Estado para un problema histórico, que regala un titular de vez en cuando y luego al olvido nuevamente.
Los invitamos a cerrar los ojos y a ponerle a esta historia el rostro de algún niño cercano en sus vidas, quizás sólo así empecemos todos a movilizarnos para cambiar el curso de tantas otras historias pendientes, donde los niños y niñas merecen volver a ser amados, cuidados y considerados con todas sus particularidades.