Los disturbios y ataques continuaron ayer en Israel y Palestina en una jornada que se inició con un incendio provocado en la Tumba del Patriarca José, en Nablus (Cisjordania), y que terminó con cinco palestinos muertos, un centenar heridos y un soldado israelí herido en un apuñalamiento.
Durante la madrugada, un amplio grupo de palestinos atacó la Tumba de José con cócteles molotov y bombas incendiarias, provocando un incendio que dañó severamente el complejo antes de ser controlado por las autoridades palestinas.
El ataque fue condenado por la ONU y la comunidad internacional, y también por el presidente palestino, Mahmud Abás, que anunció un comité para investigar los hechos y lo calificó de "acto irresponsable" que no refleja sus principios "ni los del islam".
La violencia contra ese lugar, venerado por judíos, cristianos y musulmanes, se enmarca en la nueva crisis que vive la región y en el hecho de que, una vez al mes, autobuses con religiosos judíos entran a visitarlo por la noche protegidos por fuerzas de seguridad.
Muchos palestinos consideran estas visitas, coordinadas entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), una provocación y una violación de su territorio, puesto que la tumba está situada en el Área A de Cisjordania, la única donde los palestinos tienen control tanto administrativo como de seguridad.
El director general del Ministerio de Exteriores de Israel, Dore Gold, condenó el ataque que, aseguró "recuerda a las acciones de los elementos islamistas más extremistas desde Afganistán a Libia" e indicó que la tumba fue incendiada "sólo por ser un lugar donde rezan judíos".
También incidió en el argumento de que "sólo Israel puede proteger los lugares santos para todas las religiones en Jerusalén", en referencia a la Explanada de las Mezquitas, sagrada para judíos y musulmanes y que está detrás de la actual ola de violencia.
Pese a que las facciones palestinas habían llamado a un Día de la Ira, convocando disturbios y ataques contra fuerzas y civiles israelíes, ayer transcurrió con relativa tranquilidad, a excepción de la franja de Gaza, donde murieron dos jóvenes en enfrentamientos con el Ejército israelí en varios puntos de la valla fronteriza.
Dos manifestantes, de 22 y 24 años, murieron por disparos de las fuerzas de seguridad israelíes y más de medio centenar fueron heridos por balas y otros tantos por inhalación de gas en los choques violentos.
Una portavoz del Ejército israelí explicó a EFE que "cientos de palestinos se concentraron a lo largo de la verja de seguridad, tirando piedras y neumáticos ardiendo para tratar de dañar la cerca, lo que supone un riesgo".
Además, murió un joven herido de bala en enfrentamientos pasados, también en la franja.
En Cisjordania se registró ayer un nuevo apuñalamiento, tras la jornada del jueves en la que no hubo ninguno y que seguía a ocho días con ataques de arma blanca diarios.
Un hombre palestino de 26 años fue abatido tras acuchillar a un soldado israelí, al que hirió, cerca del asentamiento judío de Kiryat Arba.
Otro palestino más murió en la aldea cisjordana de Beit Furiq, al este de Nablus, en choques de jóvenes manifestantes con el Ejército israelí.
El jefe de facto del Gobierno en Gaza y segundo en la jerarquía del movimiento islamista Hamás, Ismail Haniye, instó a la juventud palestina a continuar con lo que denominó "la nueva intifada".