La reforma educacional es una de las grandes transformaciones planteadas por el Gobierno, el que la sitúa en la base para la reducción de los niveles de desigualdad y la transformación del modelo productivo del país, en el mediano y largo plazo.

Sin embargo y pese a que es uno de sus ejes nucleares, la mejora de su calidad mediante la aplicación de herramientas tecnológicas y contenidos educativos digitales no ha tenido el peso que amerita en la agenda pública.

Hasta ahora, el debate se ha centrado en el necesario plano de la inclusión, abordando conceptos del modelo educativo, relacionados con selección, lucro y copago, entre otros. Además, en el mensaje presidencial del 21 de mayo se reforzó que la siguiente etapa de discusión será en torno a aspectos organizativos/operativos.

Está fuera de discusión que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), junto a los contenidos educativos digitales, impactan de lleno en la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Pero es que, además, se trata de un nicho de negocio para las empresas tecnológicas inmenso por cubrir. Sólo uno de los muchos datos que se podrían esgrimir es que se estima que el mercado mundial para plataformas de e-learning crecerá más de un 20% anual.

Las posibilidades de desarrollos innovadores en plataformas de aprendizaje personalizado, contenidos digitales, metodologías didácticas o herramientas para los docentes son enormes y aún existe una ventana de oportunidad para liderar desde Chile el desarrollo tecnológico en educación para Latinoamérica.

Para ello es primordial situar las TIC y los contenidos pedagógicos digitales en primera línea de la agenda pública en educación.

Cuando ya está promulgada la mal llamada Ley de Inclusión, con más de 4 semanas con la educación municipal en paro, con otro Ministro de Educación, nos cabe hacer algunas reflexiones:

La educación particular subvencionada está en estado de alerta, analizando en profundidad su realidad caso a caso, asesorándose y debatiendo en sus directorios y familias la viabilidad de seguir entregando o sosteniendo su proyecto educativo. La pregunta es: ¿valdrá la pena seguir en este nuevo escenario?, donde las múltiples y exageradas regulaciones suponen que nuestro actuar ha sido casi delincuencial y no existe ningún reconocimiento que los índices de cobertura y los promisorios resultados han sido en gran parte por el compromiso y vocación demostrado en décadas por la mayoría de los sostenedores privados. Existe una probabilidad muy alta -si es que esta ley de inclusión no se modifica o flexibiliza- que muchos Colegios que atienden a los sectores medios de nuestra sociedad cierren sus puertas, situación que tendrá un costo social inconmensurable, el cual el Gobierno y en especial el Mineduc está dispuesto a pagar, pero claramente la gran mayoría de las familias que nos han elegido no.

Por otra parte, se ha enviado el proyecto de carrera docente entendiendo que esta iniciativa es un esfuerzo por mejorar las practicas de aula aunque no considera la evaluación de la propia comunidad escolar, no considera a los Colegios particulares subvencionados- claramente retrasa su ingreso al sistema-, y establece un mecanismo burocrático cuando toda la evidencia internacional señala lo contrario, entre otras deficiencias que se pueden discutir con altura de miras y sin exclusiones en nuestro Congreso, ¿existirán estas garantías?, cuando vemos que hay actores que no pudieron exponer ante la magnánima comisión de educación.

Finalmente, el cambio de ministro de educación no representa ningún avance si se mantiene el sesgo ideológico que todo lo obrado en 20 años está mal. Ahora si le hacemos caso a la calle, solo uno de cada cuatro chilenos está de acuerdo con la Reforma Educacional, por lo que es hora que el Gobierno- que escucha a la ciudadanía- modifique esta reforma educacional a través de una ley corta, diseñando una nueva con todos los sectores involucrados. Lamentablemente, solo escuchan a esa calle que piensa como ellos, atribuyéndoles poderes refundacionales, cuando claramente los padres no piensan así.