El próximo martes el Consejo Regional (Core) votará nuevamente el proyecto de casino para Chillán presentado por un consorcio argentino-catalán, que el mismo organismo evaluó desfavorablemente en julio de 2014. La orden de volver a realizar el escrutinio, y fundamentarlo con apego a la legislación, proviene de un fallo de la Corte Suprema.

La judicialización del proceso ha tenido alta presencia mediática. En primer lugar, porque la resolución del máximo tribunal nacional rechazó la emitida por la Corte de Apelaciones penquista. Y, en segundo lugar, porque el voto del Core se contrapuso al formulado por el Consejo Municipal de Chillán, que representa a la población impactada y dio el vamos a todas las propuestas en carrera.

La opinión local es una variable concurrente en este caso. Entidades como la Cámara de Comercio, Industrias, Turismos y Servicios de Chillán-Ñuble Asociación Gremial han hecho escuchar su voz con fuerza en esa capital provincial, llamando al Core no seguir retrasando este trámite ya dilatado por nueve meses.

Es esperable que la comunidad chillaneja quiera dar celeridad a la iniciativa de dotarla de un casino de juegos y entretenimiento. Ello, no solo porque se allegarían recursos frescos a las arcas municipales, sino también porque la ciudad necesita a la brevedad una nueva fuente de empleo, infraestructura de descanso, espacio propio para el turismo de negocios y convenciones.

Sus habitantes no solo quieren dejar atrás la fallida experiencia del casino de Pinto; además se resisten a seguir perdiendo ventajas comparativas frente a Concepción y Los Ángeles, que sí cuentan con el atractivo de un centro de entretenimiento de estas características. Inquietud legítima que con certeza no puede desligarse del contexto social, político y administrativo que ha levantado la bandera "Ñuble Región".

La ciudadanía tendrá sus ojos puestos en la votación y su resultado sin duda dará que hablar. Más aún considerando que con la modificación de la Ley 19.995, aprobada en los últimos días en el Congreso, el Consejo Regional dejará de ser uno de los órganos consultados sobre la pertinencia de un proyecto de casino de juego.

Un día creé el Premio Brazo de Oro. Era una ironía para aquellos reporteros que, en rebaño, siguen a políticos, deportistas, gobernantes y protagonistas de la farándula. Los profesionales sumisos trabajan con esposas. No las que se unieron con ellos en el Registro Civil. Están aherrojados, con pleitesía. En valioso contraste, otros -u otras- actúan con independencia y valentía.

Un grato ejemplo fue "Hora 20", de La Red (el programa cesó). Verónica Franco y Beatriz Sánchez son periodistas documentadas, atrevidas en el buen sentido, punzantes. No temían a los entrevistados ni se ponían de rodillas ante ellos, ni caían en la insolencia. Las aplaudo con cierta devoción. Las vi permanentemente y me alegré de su autonomía.

En nuestro gremio muchos se dejan llevar por su militancia o sus compromisos económicos, religiosos o empresariales. Ellas, en cambio, no disimulaban su ánimo de mostrarse sólidas en sus conocimientos y en su entereza para preguntar y, a veces, acosar a sus entrevistados. El dúo no iba por los senderos de la agresividad verbal y las asperezas de quien tiene la ventaja de conducir el espacio.

En una ocasión invitaron a María Olivia Monckeberg, Premio Nacional de Periodismo. Fue mi compañera de curso en la Pontificia Universidad Católica y les hice clases a dos de sus hijas, que transitan también por la excelencia.

Se concentra con mucho vigor en la investigación y es docente universitaria. Trabajó en las revistas "Ercilla" y "Hoy". Ella, en economía. Yo, en cultura, con mi maestro, Guillermo Blanco. Después María Olivia emigró al semanario "Análisis" y al diario "La Época". Luego a "La Nación". Conoció a fondo las manos de Emilio Filippi y de Abraham Santibáñez. Combatió a la dictadura con la mejor arma que tenemos los periodistas: la palabra. Sumó la fuerza de la denuncia y la falta de miedo.

Sus libros hacen temblar a plutócratas y a poderosos. Hurga hasta el subterráneo de los hechos, rescata antecedentes, se mete en archivos y bibliotecas, entrevista sin temores. La paradoja: sus obras se venden muy bien y no obstante la prensa no destaca sus notables méritos ni analiza los contenidos que otros no son capaces de enfrentar.

Hay títulos que no tienen rango de olvido y se leen porque lo que ella plantea sin eufemismos no está en otros medios. "El saqueo de los grupos económicos al estado de Chile" cobra fuerza hoy, cuando la corrupción oscurece al país. "El imperio del Opus Dei en Chile" retrata la fuerza de ese grupo religioso, que se infiltra en las comunicaciones, en los bancos y en todo lo que signifique poder. "Los magnates de la prensa" presenta un panorama que no aparece casi nunca.

La trinidad de estas periodistas valientes es un gran ejemplo.