Alejen el miedo de la construcción de relaciones afectivas
La adolescencia es un período en que ocurren grandes transformaciones en la vida del joven. Una de las más relevantes está centrada en el proceso de construcción de nuevas formas de relacionarse tanto con los integrantes de la familia de origen como con los grupos de referencia que se han establecido en la infancia.
Durante la pubertad, los grupos de amigos se caracterizan por admitir sólo a amigos del mismo sexo.
Esto facilita los primeros ensayos de rol de género (masculino/femenino) fuera del hogar, colocando en juego lo aprendido desde la familia de origen respecto de este tema, pudiendo el adolescente, además, comparar lo propio con lo que ocurre en otros sistemas familiares.
Muchos adolescentes pasan esta etapa sin mayores contratiempos, dado que normalmente ocurre muy apegada a la mirada y supervisión de la familia.
Esto cambiará cuando el proceso de socialización vaya lentamente incorporando a personas del sexo opuesto.
En ese momento, se provocará una gran tensión al interior del grupo, pues los comportamientos sociales adquieren nuevas regulaciones a partir de la mirada del otro, que tiene una sexualidad distinta.
Una tarea clave que debe ser apoyada por los padres es la construcción de la amistad entre distintos sexos, pues en este proceso se aprende la capacidad de intimidad psicológica y sostener el ensayo de relaciones amorosas sin la integración activa de la sexualidad.
Así, se van descubriendo formas sublimadas de expresar el amor hacia una potencial pareja.
En la fase final de este proceso, aparece el desarrollo de la vida de pareja en los adolescentes.
Ahora la expresión más directa de la sexualidad permite expresiones físicas concretas de amor, siendo esta fase muy perturbadora y de gran angustia para los padres, debido a las conductas de riesgo asociadas a esta expresión.
Sin embargo, nuevamente la educación, conversación y compañía permiten que decisiones importantes sean pensadas junto a un adulto, lo que aumenta la probabilidad de construir relaciones sanas a partir de los intercambios de experiencia entre los más jóvenes y aquellos más maduros.
En este proceso, el miedo es un mal consejero tanto para los adolescentes como para los padres y adultos que los rodean.