El descontrol
Parece ser que estamos viviendo momentos límite de descontrol, en todas las cosas, desde las altas esferas de gobierno, en los territorios geográficos y en las más domésticas cosas cotidianas.
Si bien lo primero preocupa (la gestión insana en lo político-administrativo), con lo segundo duele el alma de verlo, si no en vivo, en fotografías y filmaciones (los enormes e interminables incendios en bosques y ciudades, la terrible sequía en los territorios).
Pero lo tercero nos toca porque lo vivimos "en vivo y en directo". Me refiero al descontrol de la gente en la ciudad, en los barrios, en las calles, en el día a día. Y, como ingrato ejemplo, señalo el caso de un barrio que fue ejemplar y casi bucólico, que ha entrado en procesos críticos de degradación en su calidad de vida que tocan principalmente a quienes viven o trabajan en ese antes preciado lugar: sus arraigados pero vapuleados vecinos.
La gente del sector Diagonal Pedro Aguirre Cerda-Plaza Perú y sus entornos inmediatos está sobrepasada, a tal punto que se van yendo del barrio, lo que nunca quisieron. El explosivo cambio de destino en lo que fue un paradigma urbano (paradigma = ejemplo o ejemplar), donde surgió un denso y heterogéneo polo de locales de comida rápida, aunque principalmente de consumo masivo y abierto de alcohol.
Lo que pudo ser positivo y hasta turístico si hubiese sido de calidad homogénea y controlada, con servicios bien "servidos", va distando cada día más de esas ideas, con las excepciones que siempre hay. Pero el punto álgido está en la gente que asiste y la que merodea en esta zona "turística y cultural" (según los originales impulsores de este cambio tan drástico).
No es cultural, y menos turístico que asistan grupos a hacer ruido hasta altas horas de la noche, o que instalen parlantes ambulantes abiertos al aire (al medio ambiente) rompiendo todos los límites de sonido soportable, o que beban en el espacio público hasta quedar tendidos a la vera de las residencias entre sus propios orines: sobrepasa.
Y las autoridades, si son tales, tendrán que buscar remedios ante el descontrol y la latente degradación de la calidad de vida urbana, conceptos del que tanto les gusta hablar. Y los vecinos también, exigiendo un cambio drástico y en serio, sostenido, estructurado.
Tal vez cueste, pero uniremos fuerzas, y demandaremos atención a nuestros elegidos. Casi parece ya imposible, pero no transaremos. Si todos somos de verdad civilizados, y si la cultura no es una palabra vana, tendremos que revertir las cosas, yendo desde lo negativo a lo positivo, vecinos, instituciones residentes, comerciantes, en esta ciudad, en nuestro apreciado barrio.
Antonio Zelada
Arquitecto,
presidente junta Vecinal Nº 30,
Bernardo O'Higgins.