No es más triste la verdad
El debate sobre el aborto es tan antiguo que ya no hay mucho más que decir ni agregar. No hay nada que no hayan dicho médicos, matronas, genetistas, juristas, sacerdotes, políticos. Faltan más voces de mujeres, las directamente involucradas.
Como primer asunto de interés un tema de lenguaje: nadie puede estar a favor del aborto. Habría que ser masoquista porque se trata de un hecho doloroso, muchas veces traumático, pero que sucede, está ahí desde tiempos remotos, es un hecho de la realidad por más que quisiéramos obviarlo. Como controlaban la natalidad nuestras madres, cuando no existía la píldora anticonceptiva. Era cuestión de escuchar:'Fulanita se hizo remedio'. ¿Cuál era el remedio?
La ex ministra de Salud, Helia Molina vertió limón en la llaga social que observamos y analizamos desde hace largos años. Sus dichos fueron demasiados sinceros y se agravaron con el defecto en el que solemos caer muchos: la generalización, característica que afecta cualquier análisis. Sus opiniones que le costaron el puesto son ciertas: en Chile se hacen abortos. Aquí juegan las diferencias económicas y como canta Joan Manuel Serrat, enfrentados a una situación así el rico vuelve a su riqueza, el pobre vuelve a su pobreza. Los de clase media que se las arreglen como puedan. Se podrían escribir libros gruesos con testimonios de mujeres, anónimos casi todos, por la sencilla razón que el control social, las influencias religiosas y el rol asignado a las mujeres desde siempre hacen que sea considerado no solo un pecado, sino que un delito. Por ende, denunciarlo como muchos pretenden, no es sino condenar a la mujer (no al hombre) a penas mayores que la que ya lleva consigo y a la cárcel eventualmente.
Siempre que emerge el tema los argumentos a favor y en contra son los mismos: que si el embrión es no persona desde el momento de la fecundación, por un lado y los derechos reproductivos y las decisiones propias de cada persona, por el otro. Nada nuevo. Lo único claro es que hay mujeres que lloran, que están adoloridas y están solas, sí solas. Últimas y serias encuestas lo señalan: la paternidad en nuestro país brilla por su ausencia. El propio Papa Francisco recién en El Vaticano pidió a los padres estar más presentes en la vida de sus hijos. También hay mujeres que son víctimas de violencia dentro del hogar ¿o no hemos escuchado los horribles relatos de mujeres que dicen que su pareja les pateó la guata con ocho meses de embarazo? ¿O las mujeres muertas producto de un aborto mal realizado?
No es más triste la verdad, lo que no tiene es remedio, canta el mismo Serrat: Se hacen abortos en Chile, en alguna parte se hacen y alguien los hace, muchas veces con riesgo de vida. Me parece sensato y oportuno legislar sobre el aborto en los tres casos especialmente consignados: en caso de violación de la madre, de inviabilidad del feto y cuando la salud de la mujer esté en riesgo con el embarazo. Ni por un instante concibo el aborto como método de control de la natalidad. Y no estoy sola. La última Encuesta Nacional Bicentenario de la UC-Adimark lo consigna claramente. La mayoría de los encuestados lo piensa igual en porcentajes muy altos en relación a años anteriores. Es cuestión de no cerrar los ojos ante realidades por muy fuertes y duras que sean.