Amor romántico en la adolescencia, reflejo de la riqueza interior
La adolescencia es una etapa en que el interés romántico y erótico hacia un otro se desarrolla progresivamente en el curso de los años. El amor de pareja toma un significado especial pues se encuentra ligado con cambios hormonales y físicos. Las primeras sensaciones placenteras de la experiencia amorosa surgen a partir de las miradas que realizan unos y otros en los grupos de pares.
Luego surge el interés por estar cerca del otro, compartiendo parte de sus experiencias e intereses, allí con celeridad llegarán los besos y caricias, los cuales fortalecerán los esquemas cognitivos del cuerpo femenino/masculino y hasta el propio rol de género. Aquí la capacidad de regulación de los impulsos, las expectativas realistas en la relación y el desarrollo valórico proveen un soporte interno para retrasar la gratificación sexual directa de los impulsos amorosos y eróticos.
Lo anterior permite la transformación de esta energía vital en una necesidad de proteger, nutrir, entregar caricias y mimos, incluso estar a disposición completa del otro para apoyar y cuidar. Este proceso sólo puede desarrollarse de manera saludable cuando se tiene una condición esencial de base como es la capacidad de amarse en primer lugar a uno mismo, es decir, lograr un nivel de narcisismo que permita construir una imagen de sí mismo que merezca ser cuidada y amada por un otro.
Para lograr aquello es central haber vivido la experiencia en la infancia de haber sido amados por nuestros padres y/o cuidadores, es decir, sentir que fuimos lo suficientemente importantes para que estos adultos hayan renunciado a sus propias necesidades para cuidarnos y alimentarnos, como para calmar y sostener las angustias de la infancia.
El amor a uno mismo está construido sobre el amor que nos ofrecen los demás. Con este logro evolutivo satisfecho, se puede acercar este adolescente a buscar relaciones, en que sin duda se manifestarán todas estas experiencias que dan cuenta de la calidad del mundo interno.
Es necesario tener claro que lo trascendental continúan siendo los temas relativos al cómo amar, cuándo amar y formalizar las relaciones, cuándo iniciar vida sexual, entre otras, esto dentro de un marco social que está sufriendo constantes cambios.
En épocas anteriores el amor adolescente se daba entre lo permitido y lo prohibido, mientras que en la actualidad se da entre lo posible y lo prescindible. Entonces, lo trascendente puede extraviarse en un mundo en que los vínculos interpersonales son cada vez más frágiles y transitorios. La construcción social de un vínculo amoroso en la adolescencia es, por ende, el primer gran ensayo de lo aprendido hasta estos días, respecto del amor hacia uno mismo y hacia otros, como también una fuente de experiencias para la construcción tanto de la identidad personal como sexual.
La supervisión parental del proceso debe enmarcarse en el respeto, mantener la privacidad para favorecer la confianza y apoyar en los momentos de confusión. Así, el mundo adulto debe brindar una fuente de experiencia y ser modelo para guiarlos donde abundan validaciones de formas de vínculo poco saludables para sus vidas.