Durante estos días asistimos al cierre del año académico para muchos adolescentes de nuestro país. Sin embargo, para aquellos que terminan su enseñanza media esta experiencia tiene un sentido muy distinto.
En este proceso, uno de los hitos más relevantes es la denominada ceremonia de titulación y todas sus actividades anexas, refiérase esto en especial a la fiesta de graduación.
Sin duda, para muchos padres y tutores de estos adolescentes, este momento es vivido con una intensa emoción y satisfacción, al observar a sus hijos e hijas culminar esta parte de su proceso formativo tan importante para el futuro de sus vidas.
Cada ceremonia de titulación tiene su punto cúlmine en el momento en que se plasma la experiencia en una fotografía, tanto aquella con los padres como también aquella con sus compañeros de curso.
Estas fotografías de rigor quedarán para toda la vida como un registro, que les permitirá en un futuro realizar las distinciones y juicios sobre cómo se desarrolló la vida desde aquellos años hasta aquel momento en que vuelvan a revisarlas. Serán un espejo de cómo ha transcurrido la vida.
Otro aspecto de esta ceremonia es aquel relativo al significado del certificado y/o diploma que recibe cada estudiante, el que merece ser analizado en virtud de los tiempos y el desarrollo de la sociedad contemporánea.
En las generaciones que los precedieron, éstos tenían un valor muy distinto, pues permitían a cada adolescente un tránsito muy veloz hacia el mundo del trabajo y todas las responsabilidades asociadas a esto. Brindaba mayores certezas y confianzas para quienes los obtenían.
Sin embargo, en la sociedad contemporánea, esto es muy distinto, pues han perdido progresivamente su valor y las certezas que brindaban antaño.
La maduración social y la consolidación de la identidad no coinciden directamente con el cierre del proceso de la etapa escolar ya que mucho de esto se logra tardíamente en la educación superior.
El desafío para todos quienes ingresan a contar de los próximos meses y años a la etapa de la juventud, dejando la adolescencia más pura atrás, es que los procesos formativos son continuos, que cada cierre de etapa plantea a la vez nuevas aperturas estando ambas vinculadas al proceso de aprender.
En los días venideros, con los resultados de la PSU en mano, comienzan a dar un primer paso que será, dentro de muchos, la forma de construir un camino donde siempre se está aprendiendo y explorando, a partir de nuestra capacidad para querernos y aceptar cada uno nuestras realidades y talentos.