Ex detenidos en dictadura recordaron el pasado al recorrer isla Quiriquina
'Si tienen algún mareo o se sienten mal durante el viaje, no se preocupen porque tenemos personal necesario para atenderlos', dijo el marino a cargo del catamarán al grupo de personas que estaba a punto de embarcar. De la multitud se escucha a alguien gritar 'no se preocupe, si este viaje ya lo hicimos antes'. Las risas no se hicieron esperar.
No se trataba de cualquier viaje para ellos. El grupo era de detenidos durante el Gobierno Militar que estuvieron en la isla Quiriquina. Algunos pasaron allí un mes y otros hasta dos años, pero este sábado volvieron al lugar que les cambió por completo la vida. Se trata de reconstruir la memoria, 'de que los jóvenes entiendan que esto no puede volver a ocurrir. Somos sobrevivientes', fue la idea que repitieron una y otra vez durante la jornada.
El recorrido surgió a raíz de una petición hecha por la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
Risas nerviosas, palmadas en la espalda, una pequeña tensión y por supuesto, los chistes, fueron parte del ambiente previo en la Base Naval de Talcahuano para dirigirse 11 kilómetros al norte de dicha comuna y revivir una serie de recuerdos.
La delegación era presidida por Mireya García, vicepresidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y quien también estuvo en ese centro de tortura. Además, fueron acompañados por el ministro (s) de Defensa, Marcos Robledo.
ÚNICA FAMILIA
Julia Sanhueza (78) iba muy seria sentada en el catamarán. Durante el '73 se desempeñaba como suplementera. Estaba casada y tenía dos hijos. Uno de ellos era líder estudiantil, que fue detenido y con él toda su familia, incluido el hermano adolescente. Una lágrima de rabia asomó por sus ojos. 'Muchas mentiras se decían en esa época. Y fueron las que me hicieron tener que irme del país', contó. Ellos eran la única familia completa que estuvo en la isla, pero Julia sólo veía a sus hijos a la hora de almuerzo, según relató: 'Nos daban tallarines y porotos que estaban vinagres'.
ABUSOS
Una vez en la isla, el primer lugar que se visitó fue la pieza donde dormían las mujeres. Una sala de clases que actualmente está en desuso por la Armada y tiene amontonadas algunas sillas y otros implementos. Mireya fue la primera en tomar la palabra: 'Aquí era donde llorábamos en la noche, porque prometimos no llorar delante de ellos (militares)'. En un principio durmieron en el piso y después les entregaron unas colchonetas muy finas.
Posteriormente, Mireya recordó la noche de Año Nuevo del '74 cuando los militares encargados de vigilarlas 'llegaron bebidos y nosotras, para evitar que nos pasara algo peor, nos hicimos las dormidas'. Sin embargo, afirmaron que era común que las hicieran desvestirse y les hicieran tocaciones.
PISCINA SECA
El lugar que más cambios sufrió desde los '70 hasta ahora fue la piscina. Al aire libre y sin agua, era el centro donde los detenidos más tiempo pasaban y donde también les tiraban agua. Ahora está techada y temperada, casi irreconocible para quienes pasaron por el lugar.
Este es un punto crítico para Ana Lagos, quien planteó que 'es sospechoso que se trate de cambiar tanto la imagen del lugar, cuando esto debería mantenerse tal cual y ser un centro de la memoria, como ha ocurrido con otros países donde se han violado los Derechos Humanos'.
Mientras caminan por los distintos lugares van aflorando las anécdotas, los recuerdos. 'Acá se paraba el militar que nos apuntaba', '¿se acuerdan del partido que jugábamos ahí abajo?', 'siempre nos apuntaban con un arma para ir al baño', eran algunas de las frases que salían de los ex detenidos cuando reconocían un sitio.
Gunter Seelman recordó cuando uno de los detenidos, conocido como el doctor Villagrán, se colgó de uno de los postes del lugar, al no poder seguir aguantando la tortura, pero fue descubierto por los militares y se salvó. 'Él era de Los Ángeles y su único pecado fue haber votado por Allende. Me lo encontré 10 años después en el extranjero y aún no podía superar la depresión que todo esto le causó'.
CABO PALETA
Paulina Villavicencio tenía 22 años cuando fue detenida y sin darse cuenta, uno de los cuidadores se enamoró de ella: el cabo Bello, que pronto pasó a ser conocido como el 'cabo paleta' por el resto de los detenidos. Les facilitó una guitarra y también les permitió hacer fiestas navideñas, recuerdos que afloraron en el gimnasio de la isla.
'Hace poco me enteré que en el '74 lo mataron porque lo descubrieron ayudando a ex detenidos cruzando la frontera con Argentina', contó Paulina. Ella nunca le correspondió el amor.
EL MÁS JOVEN
Llegó por pertenecer al Frente Estudiantil Revolucionario (FER), tenía tan sólo 14 años y fue el detenido más joven de la isla Quiriquina. Ricardo Fletcher, con cámara fotográfica en mano, no se perdió ningún momento del recorrido.
Hijo de un suboficial de la marina, vivió el proceso absolutamente solo y sin nadie que le enviara encomiendas, como al resto de los detenidos. Convencido de que fue su padre quien lo acusó, relató que 'para él yo me merecía haber pasado por todo esto. Es algo que nunca logré superar'.
El recorrido terminó en la playa con el lanzamiento de unas flores al mar, seguido de muchos más recuerdos, pero una sola idea: que no les ganó la tortura ni el maltrato y que la memoria de lo que les sucedió debe seguir presente en las personas.