Aborto y eutanasia
Días atrás, Amnistía Internacional emitió un documento donde solicita la despenalización del aborto en Chile. Por su parte, el senador Fulvio Rossi reactivó el proyecto sobre eutanasia. Como era de esperar, los autodenominados "defensores de la vida" (como si los otros -en una mirada binaria- estuvieran a favor de la muerte) han salido a criticar dichas propuestas señalando que éstas atentan contra la vida.
Es entendible que dichos "defensores" expresen su rechazo y utilicen/recurran a todos los mecanismos y dispositivos (discursivos/persuasivos) no sólo para oponerse, también para evitar que aquellos temas sean debatidos amplia y públicamente por la ciudadanía, en el marco de una sociedad que se dice democrática y laica, y por ende, pluralista, diversa y tolerante.
Así como los "defensores de la vida" tienen -desde su punto de vista- el legítimo derecho de oponerse y criticar este tipo de iniciativas y defender sus concepciones valóricas, lo pertinente es que aquellos que no se identifican o se rigen por una moral única (sea esta católica o cristiana), tengan el legítimo derecho de optar por aquello que estiman más pertinente, de acuerdo a sus personales concepciones valóricas. ¿O acaso todos tienen la misma concepción de la vida, muerte, todos "creen" que existe un ser que se denomina Dios y que rige la vida de las personas?
La "defensa de la vida" (categoría por cierto bien amplia y relativa) no se reduce solamente a un tema sexual (por ejemplo reproducción) o credo religioso (la idea del Dios cristiano), también implica la capacidad de aceptar y convivir con el otro, con el que piensa distinto en el marco de una sociedad democrática, es decir, laica.
Las luchas políticas y culturales del siglo XIX por la laicización de las instituciones y la separación de la Iglesia del Estado en 1925, sumado a determinadas leyes como el reconocimiento (igualdad) a los mal denominados hijos ilegítimos, ley de divorcio y acuerdo de vida en pareja, constituyen algunos avances, aunque aún muy insuficientes, para instituir una autentica sociedad democrática, por lo tanto diversa, tolerante e inclusiva.
Por lo tanto, no tengamos miedo al debate público, confrontar ideas, impulsar temas controversiales en el campo valórico y cultural, porque de eso se trata una democracia, un campo en disputa, tensiones y conflictos, en el cual los ciudadanos bregan por instituir un Estado que brinde iguales derechos y oportunidad y una sociedad de la cual todos se sientan participes, y no instituciones (Estado y sociedad sacralizada-tutelada) que se rijan bajo una misma moral o código de conducta valórica de acuerdo a una determinada concepción (hegemónica) religiosa de la vida.