Inteligencia emocional y Educación
En la crónica 'Eyes on the classroom' publicada en The Economist se analizó la educación pública en Chile y en el resto de la región. En el texto se afirma que 'el problema es que los latinoamericanos no aprenden lo suficiente' al interior de las salas de clase, cuestión que entra de lleno tanto en el aspecto formativo como en los procesos de socialización humana que se establecen en la relación docentes - estudiantes.
Sobre este último algunos especialistas en la materia han observando que los procesos educativos no sólo tienen que poner atención en los objetivos académicos, sino también en lo emocional.
Considerando el día a día de la labor docente notaremos que es en el proceso de enseñanza - aprendizaje - evaluación donde el tema afectivo surge como mediador en la relación que establece el profesor con sus estudiantes; y no se le puede negar ni excluir porque tal proceso es un suceso humano intersubjetivo que ocurre en un sistema social complejo como es la escuela, considerando las características propias de cada cultura y pudiéndose dar de manera directa o indirecta.
Por esta razón un profesional de la docencia no sólo debe 'saber hacer', conocer las materias que explica y saber enseñarlas, sino que también debe 'saber estar', de manera que no se centre sólo en lo que el alumno ha de aprender, sino que lo considere una persona que siente, que vive emociones y que por ende el trabajo no se restringe sólo a los contenidos.
El profesor, al interior del aula, ejerce no sólo un rol formativo sino también de liderazgo convirtiéndose en un agente de cambio social para sus estudiantes.
Con ello, el profesor contribuye a la formación de personas integrales con plena conciencia de sus derechos y deberes, maduros y equilibrados en sus emociones, con habilidades para tomar decisiones, además de prepararlos para la vida dotándolos de herramientas que les permitan soslayar la adversidad convirtiéndose en líderes propositivos que impacten de igual manera en su entorno y comunidad.