Afecto, empatía y respeto para prevenir embarazos adolescentes
La llegada progresiva de los cambios físicos y sus correlatos psicológicos durante la época puberal, es un momento esencial en la adolescencia, pues marca el arribo de nuevas manifestaciones en el desarrollo de la sexualidad.
Ésta, más allá del placer que pueda brindar, contribuye a formar uno de los núcleos centrales del sentimiento del sí mismo, anclado en el género masculino o femenino, permitiendo el corte simbólico de las ataduras con los padres de la infancia.
De esta forma, se van obteniendo las primeras confirmaciones de que se es un hombre o una mujer. Uno de los temas sociales que emergen durante esta transformación es el embarazo en la adolescencia.
Éste continúa siendo, a pesar de los esfuerzos de las políticas públicas tanto en salud como en educación, un tema de la máxima relevancia debido a las altas estadísticas de jóvenes embarazadas, las que alarman y preocupan a padres e incluso a los y las propias adolescentes.
Es sabido que el inicio de la vida sexual es cada vez más precoz. Para muchos adolescentes varones, tiene un rol de iniciación, pues si bien no los convierte en hombres, sí tiene el papel de otorgarles la sensación de haber dejado de ser niños.
Lo penoso radica en que no está asociado al deseo amoroso, sino que, en muchos, al propósito de demostrar a otros su virilidad y estar a la altura de los requerimientos de estatus dentro del grupo de pares.
En el caso de las adolescentes, el inicio de la vida sexual aparece vinculado a la ternura y a la posibilidad de estar inmersas dentro de una relación. Así suelen colocar obstáculos para la llegada de la sexualidad activa como una forma de poner a prueba los sentimientos del otro, es decir, como una manera de comprobar si éstos son seguros, estables y con compromiso.
En esta interacción, los embarazos precoces emergen, afectando con mayor frecuencia a aquellas adolescentes de medios sociales desfavorecidos, que han crecido en familias con vínculos inestables y conflictivos, con padres desempleados o con trabajos precarios y, en general, con una comunicación interpersonal deficiente, entre otras causas.
Muchas de estas adolescentes desean un embarazo, pues es una forma sustituta de llenar el vacío y la soledad en que se encuentran. Así, se puede dejar atrás la impotencia y frustración de dar y recibir amor, esto permite sentir reconocimiento, protección, brindando un motivo a la existencia y la posibilidad de contar con otro que la necesita de forma incondicional.
Ricardo Capponi, en su libro Sexualidad Sana (2011), plantea que la posibilidad de prevenir está en educar, pero con programas que incluyan asesorías permanentes a los colegios, con contenidos actualizados y atractivos, junto a padres activos y motivados.
Todos estos actores deben enfocarse en una modalidad de formación integral centrada en los afectos, el respeto y la empatía, sólo así se podría saldar otra de las deudas de las instituciones hacia los adolescentes y jóvenes de nuestro país.