Ejercitarse con el estómago lleno no es una buena idea. Jorge Lazo Sáez, jefe de carrera de Pedagogía en Educación Física de la UST Concepción, dice que aunque mucho depende del tipo de comida y de entrenamiento, la recomendación es haber ingerido alimentos una o dos horas antes de la actividad física. Esto, principalmente, porque tal como él explica, 'producto del esfuerzo y de las contracciones, se podrían sentir mareos, náuseas y calambres, aspectos que no harán grato el ejercicio'.
A eso, Rodrigo Buhring agrega que el proceso de digestión después de una comida importante dura cuatro horas, aproximadamente, según tipo y cantidad de alimentos. A la inversa de lo que sucede después del ejercicio, 'el problema de comer cantidades importantes de alimentos y hacer ejercicio inmediatamente, es que al tener comida en el estómago y estar en pleno proceso de digestión, se puede sentir malestar estomacal, sumado a que la circulación sanguínea, que lleva nutrientes al músculo para la contracción muscular, se centran en el sistema digestivo, limitando entonces la cantidad de energía disponible para la realización del ejercicio', profundiza.
Tras una rutina de ejercicios, lo ideal es consumir proteínas, líquidos y carbohidratos complejos. Ejemplos pueden ser manzana, plátano o lácteos. Jorge Lazo dice que ' son alimentos que nos pueden proporcionar la energía necesaria para recuperar los niveles de los nutrientes en el organismo'.
Debido al ajetreo de la vida diaria, las horas extras en el trabajo o las diversas responsabilidades, no son pocos los que tienen como única opción ejercitarse durante la jornada matutina. Desde allí, el profesor de Educación Física, Jorge Lazo, afirma que no hay un horario específico que sea definido como el mejor momento para realizar ejercicios, pero 'durante las mañanas, los efectos y sensación de bienestar que produce el ejercitarse son más notorios, y desde ese punto de vista, las primeras horas del día podrían considerarse como más beneficiosas para realizar actividad física', plantea.