Dos caras de la reforma
Dos caras está tomando la Reforma Educacional que está impulsando el gobierno como uno de sus grandes pilares para la segunda administración de la Presidenta Michelle Bachelet.
Una cara de acuerdos prácticamente unánimes, en cuanto a la imperiosa necesidad de cambiar el sistema educacional para acabar con la segregación y avanzar hacia derroteros que garanticen la equidad, la gratuidad y la calidad; y otra cara de desacuerdos, sospechas y recelos por los modos e instrumentos escogidos, con actores que han endurecido su discurso y otros que están optando por la forma más antigua de todas para ganar una discusión: la desacreditación de quien piensa distinto.
Una transformación de la magnitud en la que se ha embarcado el país, acicateada luego de las movilizaciones estudiantiles de 2011 y refrendada en el programa de gobierno de la actual Presidenta cuando era candidata, requiere, antes que todo, incluso antes de su financiamiento vía Reforma Tributaria, que los encargados de debatir la Reforma Educacional -tanto en los poderes Ejecutivo como Legislativo-, asuman su rol de depositarios de la confianza pública y comprendan que la verdad también puede estar en el rival. Los caminos del absolutismo discursivo no conducen más allá que a decisiones que tarde o temprano habrán de perder sustento por su falta de legitimidad (que es distinto a la legalidad).
En estos días se han visto acusaciones cruzadas de campañas del terror e incluso de expresas desacreditaciones acerca de la representatividad de algunos de los actores directamente interesados sobre la reforma. Más que desconfiar, es mejor saber escuchar y responder las inquietudes.
El futuro de los colegios subvencionados es el elemento que ha estado dominando el debate en los últimos días, y con razón, por la incertidumbre en que se sienten no sólo los sostenedores, sino que los padres y apoderados que han optado por este camino que el propio Estado acordó en su momento. Es en este plano en el que se necesita templanza y claridad de parte de todos quienes deciden, superando, eso sí, la tentación ideológica y la desacreditación para discutir.
El futuro de los colegios subvencionados es el