El buen cine está en otra parte y no en la cartelera comercial
Cuando la cartelera comercial, con mínimas excepciones, ofrece sólo una gran "masa" de imágenes, hay un público que busca un cine de carácter expresivo, lejos del mal espectáculo.
Después de un menú de películas cargado de títulos como la aburrida "Capitán América y el Soldado del Invierno", la repetitiva "Noé" y la algo más entretenida "300: El nacimiento de un imperio"; uno se pregunta hacia dónde se dirige el cine. Las tres me hicieron cuestionar, incluso, el sentido de entretención de este medio basado en imágenes, hoy de naturaleza digital.
Sin embargo, y más allá del soporte, tengamos claro que el cine cuenta historias. Una parte de éstas se pueden cuestionar, en tanto el espectador actual está condenado a absorber y no ver las imágenes en pantalla. Es decir, se enfrenta a una masa audiovisual que no deja rastro ni marca en el tránsito de un público interesado en comer más que otra cosa. Las imágenes, simplemente, pasan por delante, sin que haga necesario descifrarlas, leerlas o sentirlas.
En un momento, la nueva aventura del "Capitán América" creado originalmente por Joe Simon y Jack Kirby (1941) es tan excesiva que molesta. La historia planteada acá por los directores Anthony y Joe Russo se desorienta a un punto de total injustificación dramática. De ahí la idea de "masa" de imágenes antes que un relato editado con fines de visionado y entretención.
Pero es eso a lo que accede el gran público, el de las salas comerciales listo a comprar su entrada para "Noé" en dos o tres dimensiones. Finalmente, la cinta de Darren Aronofsky, aún proyectando ese lado oscuro de las personalidades que tanto gusta la realizador de "El cisne negro"; es otro ejemplo más del cine que Jean Baudrillard condena por haber perdido la ilusión. Por el contrario, "lo conecta todo de un modo hipertécnico, hipereficaz e hipervisible", según escribe el pensador francés en el libro "El complot del arte" (2007).
EL OTRO CINE
Se trata, acaso, de condenar este tipo de cine-espectáculo. No, no es eso. Sólo que la industria norteamericana -la misma que cobijó en un momento cintas tan tremendas como "ET" (1982) o "Volver al futuro" (1985)- definitivamente navega por un océano sin olas de creatividad y originalidad.
Un cine incapaz de contar una buena historia, aún asumiendo los parámetros de la taquilla. Este apartado fílmico se ha limitado al remake, reversiones o sagas que se niegan a desaparecer (ayer se estrenó "Divergente", otra más en este carril).
Contra eso, en la otra vereda, en la del frente, tenemos un "cine crítico-expresivo" (el autor Mario Pezzella lo define así en su libro "Estética del cine" de 1996).
Bueno, casi 20 años después, el teórico italiano tiene toda la razón al ilustrar sobre películas que hoy se proyectan con mucha salud en festivales (recién fuimos testigos de la II versión del Bío Bío Cine), ciclos paralelos (hoy termina uno organizado al cine brasileño en la U. Federico Santa María) o aquellas experiencias cinematográficas que se buscan (y encuentran) en internet. Hoy, 11 de abril de 2014, en la plataforma de Youtube hay por lo menos 50 títulos que un público interesado aún no ha visto. Pero éste es un visionado individual, no masivo, sujeto a espacios alejados de lo que es una sala de cine tradicional.
Finalmente, los festivales tampoco son masivos. Por lo tanto, una obra tan interesante como "The mass of men" (cortometraje ganador en BBC hace una semana) está limitado a verse en un círculo menor.
Sin embargo, se trata de un público interesado en formarse una opinión y conocer sensibilidades cinematográficas, al final, más humanas: cintas que hablan de situaciones personales, del diario vivir, de existencias heroicas sin necesidad de superpoderes ("Nebraska" de Alexander Payne es una obra maestra). Hablan de la vida, de la necesidad de ser escuchados ("Dallas Buyers Club").
Está claro, con piezas pequeñas, que aún cuando encuentran una ventana para postular al Oscar, nunca van a convertirse en masivas. Es así y siempre ha sido igual en "cine crítico-expresivo".
Sin embargo, hace 20 ó 30 años las producciones comerciales eran mucho mejores en lo que ha contar una historia ser refiere. ¿Cuestión de globalización y vidas líquidas? Puede ser, pero también de públicos pasivos, faltos de sentido crítico, que no buscan más allá de las fronteras marcadas por no pocas imágenes que se merecen protagonizar un diluvio.