Académico explica la proliferación de gaviotas en Concepción
Ruidos molestos y lo corrosivo de sus fecas tienen complicados a algunos penquistas que tienen que convivir con estas aves.
¿Qué hacen aquí estas gaviotas? Como la canción de Illapu se preguntaban los transeúntes al observar hace pocos días la lección de vuelo que recibía en Barros Arana esquina Rengo, a las 21.30 horas, una gaviota juvenil, de característico color café en esa etapa. Es probable que fueran sus padres, más grandes y de color blanco con negro, los que lo acompañaban por ratos o lo observaban nerviosos desde un edificio vecino. Estuvo a punto de ser atropellado un par de veces antes de refugiarse en una galería.
El espectáculo no es tan raro actualmente en la ciudad y es que la población de gaviotas en la zona urbana ha aumentado considerablemente, lo que provoca molestias y daños en los lugares donde se establecen.
Miguel Ángel Mansilla, profesional de la Clínica Veterinaria de la Universidad San Sebastián y especialista en aves, explicó que las gaviotas, de nombre científico Larus dominicanus, se han trasladado a las ciudades, en este caso a Concepción, porque su vida en la urbe es más fácil. Además, están muy cerca del mar. Tienen las techumbres de los edificios para refugiarse, sin que lleguen animales a atacarlas. Y otro factor importante es que son omnímodas y en la ciudad hay alimento abundante para ellas. En su estado natural normal, limpian las playas de pescado o crustáceos y ponen sus huevos en cerros o acantilados, hasta donde llegan depredadores. Sin embargo, en la ciudad parecen haberse acostumbrado a anidar sin problemas y se multiplican más fácilmente.
El académico dijo que si el habitante de la ciudad no quiere tener tantas gaviotas, debe mantener la ciudad limpia para obligar a esas aves marinas a regresar a donde parece que la creación las puso originalmente.
La alimentación con desechos es lo que también atrae a la ciudad a otras aves, que no se veían antes en la urbe. Estas últimas son aves rapaces, peucos y cernícalos, que limpian algunas calles donde hay restos de animales. Algunos restos son botados a la basura por carnicerías, para que los recoja el camión recolector, pero en esos minutos, las aves rapaces detectan que hay comida fácil.
Otro tema es el de las palomas, reconoce el académico. Éstas abundan también en el centro debido a una alimentación abundante, que en algunos lugares, como la plaza Independencia, es entregada generosamente por la gente. Con éstas también hay que tener cuidado, porque en algunos casos pueden contagiar enfermedades.
Es curioso que un gran número de las palomas de la plaza tengan sus patas mutiladas. Mansilla señaló que los más probable es que se enreden en hilos o plástico, o que se hagan heridas que las hacen perder sus dedos.
En un edificio de Maipú, cerca de calle Tucapel, Scarlett Meléndez, que vive en el último piso, señaló que en el techo viven algunas gaviotas y que son muy ruidosas, tanto por sus agudos y fuertes chillidos como por su aterrizaje y despegue constante con algo de carrera, lo que por su peso y tamaño da la impresión de que se tratara de pasos de personas.
A veces le cuesta quedarse dormida por eso. Además hay mal olor, porque trasladan hasta el techo algunos alimentos, incluso bolsas con basura, además de sus fecas. Lamentablemente, por la forma del edificio es muy difícil para los vecinos acceder a ese lugar para hacer aseo.
Contó que el periodo del año que es más incómodo es cuando tienen sus polluelos: "Hay un gran alboroto, de varios días, sobre el edificio y pareciera que llega a mirar toda la familia gaviota, unos 20 ejemplares permanecen en el área, vuelan en círculos y chillan. Las fecas, lanzadas en pleno vuelo, se multiplican sobre los patios y los vehículos estacionados, que si no se lavan pronto, quedan manchados".
También los vecinos de la Remodelación Paicaví están aburridos de la población de gaviotas en sus techos, por las mismas razones. Ni decir cuando manchan la ropa. Algunos han instalado elementos que hacen más difícil que se posen, pero las aves se las arreglan. Es fácil verlas en los letreros publicitarios y en los postes de la luz. A tempranas horas muchos ejemplares se alimentan de desechos en las calles céntricas.
Esta semana, en el patio de una oficina de la galería Alessandri, los profesionales del lugar alimentaban a un polluelo que quedó allí sin espacio para intentar el vuelo, que aún no domina. Rodrigo Medina dijo que le dan agua, pan y de vez en cuando algo de pescado. La familia gaviota ha intentado el rescate, las plumas en el lugar son la prueba, pero no lo han logrado, probablemente por la impericia del pequeño. Todos esperan que emprenda pronto el vuelo porque el patio comienza a apestar.
Otros ejemplares van a parar a la Clínica Veterinaria de la Universidad San Sebastián, como el polluelo de gaviota que fue rescatado por funcionarios de Integra del hocico de un gato.