El ex embajador analiza los posibles escenarios que Chile deberá enfrentar tras el fallo de La Haya por el diferendo con Perú, y augura un "escenario intermedio" que dará parte de razón a ambos países.
En momentos en que comienza la cuenta regresiva para que la Corte Internacional de Justicia entregue su fallo por el diferendo marítimo entre Chile y Perú, los gobiernos de ambos países han reafirmado sus posturas de que acatarán la resolución, sea cual sea. Para el abogado y analista internacional José Rodríguez Elizondo, los escenarios posibles son "casi infinitos", pero se inclina por un panorama "intermedio" que reconocería una parte de la razón a cada país.
Rodríguez Elizondo asegura que si Chile quiere ser consecuente con su autodescripción de ser un país respetuoso del derecho internacional, tendría "que asumir con dignidad una eventual pérdida".
El ex embajador en Israel opina que la Cancillería chilena ha perdido capacidad de negociación política y ha privilegiado reaccionar jurídicamente, lo que a su juicio le ha jugado en contra.
- A partir de la estructura asimétrica del proceso -Chile sin nada que ganar y el Perú sin nada que perder-, hay dos escenarios polares y uno intermedio. Los primeros implican que la Corte dé toda la razón al demandante o al demandado. El intermedio, que reconozca una parte de la razón a cada país. Este escenario, a su vez, tendría dos variables básicas: "bajar" el paralelo al Punto Concordia, según coordenadas peruanas, y aceptar la tesis peruana de la bisectriz, aunque con menos grados de lo solicitado. Es una gama teórica casi infinita de posibilidades. También los jueces podrían inventar una variable mixta, que mezcle el paralelo hasta cierta distancia y de ahí una bisectriz que apunte al sur. Por último, hay un escenario hipotético de carácter subsidiario: atender o no la petición peruana sobre el llamado "triángulo exterior", que para nosotros es alta mar.
- El escenario intermedio… y hasta ahí nomás llego.
- Desde lo que llamamos política de Estado, nos describimos como un país respetuoso del Derecho Internacional y decimos que el fallo de la Corte debe cumplirse, sea cual fuere. Si somos consecuentes con esa autodescripción, tendríamos que asumir con dignidad una eventual pérdida. Parafraseando la frase atribuida a Atahualpa, "usos son de los pleitos vencer y ser vencidos", debiéramos recordar lo que dijimos cuando la dictadura argentina declaró "insanablemente nulo" el laudo sobre el Beagle. Obviamente, pueden surgir díscolos con razones propias, seguramente de tono muy patriótico. Por el prestigio de Chile, espero que sean muy minoritarios.
- Creo que Jorge, que es mi amigo, se salió del marco de la política de Estado. Lo suyo es una manera de decir que sólo acepta un fallo favorable. Además, es una formulación tardía. Mejor habría sido denunciar el Pacto de Bogotá o no responder la demanda.
- Nuestra Cancillería está pagando el costo de su capitis diminutio de 1973-1990, cuando perdió toda relevancia, convirtiéndose en una especie de protocolizadora de las decisiones del general Pinochet. La ironía de la historia quiso que, por lo mismo, el dictador no dispusiera de un cuerpo profesional experto en historia y negociación diplomáticas, cuando el Perú le planteó, en 1986, su pretensión de redelimitar la frontera marítima. Al no rechazar esa pretensión ni dar respuesta por vía diplomática, clavó el tema como "pendiente" en la agenda de Torre Tagle. Luego, vino lo que hemos visto: una Cancillería chilena reaccionando sólo jurídicamente, ante una estrategia integral, de largo plazo y muy compleja, de una Cancillería peruana que siempre mantuvo la iniciativa.
- Fue una formulación de la época de Alejandro Toledo, acuñada, al parecer, por su canciller Manuel Rodríguez Cuadros. Lo interesante es que no fue rechazada por nuestros gobiernos y, tácitamente, eso podría entenderse como aceptación. Sólo hubo suspensión de reuniones sectoriales y cambio de talantes en el trato interpresidencial y entre los altos cargos de ambos países. Bueno... es que en varias cosas no hemos sido demasiado claros.
- Le doy tres ejemplos "macro": Primero, el silencio de Pinochet, en 1986, cuando se enteró de la pretensión peruana de revisar o redelimitar la frontera marítima. Ese silencio se leyó en Lima como "caso pendiente". Segundo: la respuesta de Ricardo Lagos ante la exhumación del tema por parte de Alejandro Toledo, en 2002: "No existe controversia jurídica con Perú". El Presidente dijo lo que a su juicio no existía, pero no definió la naturaleza del conflicto que se le estaba planteando. Tercero, el silencio con que se recibieron las señales de Alan García de 2006, en el sentido de encapsular la controversia, para evitar la ordalía de la Corte Internacional de Justicia.
- Al margen del contencioso actual, he dicho y escrito que nuestra Cancillería tiene un grave déficit de arrastre, originado en el período 1973-1990. A partir de entonces perdió capacidad de negociación política, que es el meollo de la diplomacia y privilegió la reactividad jurídica. Es como si se hubiera convertido en un Consejo de Defensa del Estado a nivel internacional.
- He dicho que bastaría con que Chile perdiera un litro de mar para que Perú ganara el pleito. Hoy aclaro que aquello fue un planteo simplemente aritmético, pues en política exterior la ganancia real puede estar en otras dimensiones. Somos dos países complementarios en cantidad de aspectos y, con pleito y todo, pertenecemos a la Alianza del Pacífico. Ya tenemos empresarios que hacen inversiones cruzadas, una inmigración importante que genera vínculos familiares, partidos políticos que ponen distancia emocional con los efectos del fallo, una canciller peruana para quien ahora existe un "clima magnífico" y un canciller chileno que nos recuerda, a cada rato, que después del fallo seguiremos siendo vecinos. Sobre esa base, podemos tratar de conocernos mejor y levantar una agenda integracionista de alta intensidad que nos potencie en los grandes mercados. Como ítem imprescindible, agregaría la disposición a levantar una política común hacia Bolivia, que interese a este tercer vecino e impida que su histórico objetivo ariqueño siga perjudicando la relación chileno-peruana.
- Hace pocos meses, el ex Presidente boliviano Carlos Mesa reconoció que "el nudo gordiano de la traumática historia trilateral que nos tiene trabados a Chile, Perú y Bolivia, es Arica". Cierto, pues, de hecho, no existe conflicto importante entre Chile y el Perú en que haya estado ausente Bolivia. Esto indica, empíricamente, que chilenos y peruanos tenemos que "revisitar" el Protocolo Complementario de 1929. Si asumimos que se mantienen las circunstancias que hicieron aconsejable la exclusión de soberanía boliviana en la costa de Arica, pues se dice claramente. Eso reduciría el margen de maniobra de Bolivia para interferir en la buena relación chileno-peruana. Si, por el contrario, se estima que tras 85 años han cambiado las circunstancias, se inicia un diálogo chileno-peruano muy serio, para definir que se puede ofrecer a Bolivia y a cambio de qué. Esto impediría reincidir en negociaciones previas sobre soberanía entre Chile y Bolivia, que son interpretadas en el Perú como violatorias del "previo acuerdo" chileno-peruano requerido por el Protocolo.
- En principio, las grandes mayorías sociales tienen una percepción difusa de este tipo de temas y tienden a verlos en términos simplistas, casi futboleros. Por eso, todo depende de que los niveles de sensatez imperantes a nivel de las instituciones -en ambos países- no sólo se mantengan, sino que se difundan masivamente. Si no se hace docencia desde el Estado, habrá un buen caldo de cultivo para la discolería chauvinista, con los riesgos consiguientes de cualquier tipo. No sólo económico-comercial.
- Eso nunca se puede decir con respecto a ningún país, vecino o no. Como le escuché decir a una autoridad nuestra, todavía no se ha inventado el tratado para no tener problemas con otro país. Las naciones se aman o se dejan de amar, igual que las personas, independiente de lo que juraron o prometieron ante el sacerdote o el oficial del registro civil, a la hora de casarse.