"Que maravilla verlo a los 90 años con su mente tan lúcida e impecable (...) Ciertamente, es para aplaudirlo todos los días".

El entusiasmo de Patricia Riquelme, galerista de la Galería de los Ocho desde su fundación hace 15 años, entusiasma y emociona cuando se refiere a Albino Echeverría. Incluso, por una fracción de segundo, hace pensar que la vida es eterna, y mucho más que los cinco minutos que cantara Víctor Jara.

Como Nicanor Parra, quien pasó la centena de vida, pareciera que el tránsito del pintor nacido en Cauquenes, el 26 de julio de 1929, avanza por el mismo sendero. Uno que encuentra hoy al artista formado en la Academia de Bellas Artes de Concepción (1954-1960) celebrando su cumpleaños en plena vigencia, y con el entusiasmo de la juventud que en Echeverría emerge todos los días.

"Es un honor tenerlo aquí, por su bagaje, con más de 60 años pintando, igual que Iván Contreras", apunta la galerista del lugar fundado por el propio Albino con sus amigos Jorge Labarca y Contreras.

CALIDEZ Y HUMANIDAD

Quienes han compartido con el artista, que define su pintura como "realista" y que se interna con propiedad en el paisaje del Biobío, destacan su calidad como persona, entrega y generosidad con su conocimiento y experiencia.

"Alguien generoso y abierto, súper cálido y, aunque parece verse como alguien arisco es tremendamente acogedor", señala Rodrigo Burgos, director del espacio, donde actualmente se presenta la exposición "Echeverría en los Ocho", la cual estará abierta al público hasta el 8 de agosto próximo.

"Con una tremenda lucidez él pinta lugares, que pueden desaparecer. A través de su obra permanecen en el tiempo aun cuando ya no esté el lugar. Sin duda, es un notable paisajista (...) Sus obras tienen la capacidad de enamorar visualmente, toman sentido y puedes verlas mucho tiempo", apunta Burgos, quien hace 12 años dirige la Galería.

Para el también arquitecto, uno de los aspectos más notables de Echeverría como pintor (óleo) es que "rescata la magia del lugar", que refleja en la tela. "Es una institución viviente con una capacidad de agrupar, orientar y complementar cualquier espacio o lugar donde esté", resume.

Palabras, éstas últimas, sentidas y confirmadas por Leslie Fernández, formada en las aulas de Arte de la UdeC en los años 90.

"En la distancia creo que hizo falta haber tenido un profesor como Albino, alguien con una visión tan fina respecto a la estructura, el color y la composición", indica la artista visual, quien trabaja en la Escuela de Arte desde 2007 en las áreas de dibujo, pintura y talleres.

La artista y académica que, además de ser un artista activo, Echeverría resume en presencia la trascendencia del trabajo que hizo como parte del equipo de pintores que colaboraron con el mural de la Casa del Arte, "Presencia de América Latina" (Jorge González Camarena 1964-1965). "Todo lo que significa conocer esa obra desde lo técnico y temático", comenta sobre la labor donde también estuvo Eugenio Brito.

Sobre la obra, Fernández señala que se está frente a un gran pintor de paisajes. "Con una gestualidad envidiable en cómo arma desde las marcas un trabajo bien gestual, donde lo que decide pintar tiene mucha soltura", argumenta.

Escribir sobre el pintor Albino Echeverría es adentrarse en la memoria penquista. Mencionar su nombre es referencia inmediata a la historia artística local, a la pintura regional y más específicamente, al paisaje sureño que tan grandemente le ha motivado a pintar en los últimos años.

El suyo es un recorrido en solitario, no se le conoce pertenencia a alguna corriente estética o grupo generacional. Sin embargo, es inevitable reconocer en él algún parentesco con maestros como Juan Francisco González, Carlos Pedraza o el gran Pablo Burchard Y cómo no! comparte con ellos una forma de pintura gestada en la observación directa de la naturaleza, alimentada por la experiencia sensorial y la meditación silenciosa frente al entorno.

Mirar, luego pintar, sin importar qué, frutas, bodegones, detalles de un borde costero, rincones de algún huerto, un puente o un árbol, son imágenes reconocibles y cotidianas, que van alimentando su repertorio, junto a una poética intimista del paisaje, cuya clave es la contemplación acuciosa de las cosas y lugares por donde transita.

En esta operación de mirar y mostrar, el maestro Albino propone detener un tiempo en una imagen. La selecciona, la medita y la oscila, como una resonancia, para transformarla en un pensamiento, en una idea de pintura que va desplazando la transcripción literal de lo visto. Su pintura, más que representación, es una interpretación espontánea y vital de lo que le ofrece su propia indagación aguda y sentida de la naturaleza.

Su larga trayectoria como pintor y curador de la Pinacoteca de la UdeC le ha brindado premios y el mejor de los reconocimientos, como lo es estar en la memoria colectiva de Concepción y su gente. De presencia inconfundible, generoso con sus saberes, discreto, sosegado, gran conversador, genera admiración y empatía en nuestro medio, instándolo una y otra vez a contar cómo se pintó el mural Presencia de América Latina, del que fue ayudante, en la Casa del Arte. Compañero de ruta de otro destacado paisajista local, Iván Contreras, conforman una dupla irreemplazable en la vieja guardia de la pintura de paisaje, ambos retirados de la docencia y otros quehaceres. Viven para pintar, pintan y resisten, para no morir, para volver a nacer.

escultora y

curaadora de la Pinacoteca UdeC.