Ambiente juega un rol clave en cómo el cerebro humano percibe los sabores
El aroma, la forma, textura y presentación de cada plato son aspectos en los que históricamente los chefs han trabajado en busca de la tan ansiada perfección. Dichas características son normalmente evaluadas por los restaurantes a través de encuestas de satisfacción del cliente, las que permiten identificar los aspectos más fuertes y débiles de cada organización.
Sin embargo, y de acuerdo a las últimas investigaciones, la experiencia detrás de la ingesta de cualquier alimento no sólo dependería de los factores mencionados anteriormente, sino que también de otras condiciones, como el color de los servicios y platos, el ambiente de la sala, la iluminación y las vivencias previas de los comensales. Ello, debido a que las sensaciones de sabor y placer generadas por el cerebro serían radicalmente diferentes según el tipo de estímulos recibidos.
Charles Spence, quien es gastrofísico y académico de la Universidad de Oxford, explicó en el marco de la V Conferencia Internacional de Cultura Científica de la Universidad Andrés Bello de Concepción, que su disciplina ha determinado, por medio de más de 500 publicaciones científicas, que el ambiente y la presentación tienen un impacto directo en cómo las personas perciben y evalúan los distintos productos. "Hemos visto que la degustación no es un asunto que pase precisamente por la comida, sino que más bien por lo que pasa en la mente. Puedes ser el mejor del chef del mundo, pero eso no garantiza que a todos les guste lo que cocinas. Tienes que saber lo que la gente piensa, predice y espera de tu trabajo", relató al respecto.
El rol de los sentidos
Heston Blumenthal es chef y propietario de "The Fat Duck", restaurante que en 2005 fue votado como el mejor lugar para comer en el mundo. Desde entonces, el profesional ha trabajado en la creación de nuevas recetas y platos, los que en general han tenido una buena recepción.
Sin embargo, uno de ellos, el que consistió en una novedosa pasta color rosa, no fue bien evaluado. La razón es que los comensales que participaron de la degustación asociaron su particular textura y tono con la de un helado de tipo dulce, como los de frutilla o berries. Sin embargo, al probarlo, éstos se encontraron con una preparación salada, la que a pesar de estar bien sazonada, recibió el rechazo de los asistentes.
Por ello, Spence enfatizó en que el color es sumamente importante, debido a que cuando el cerebro observa la comida, automáticamente hace predicciones respecto de su sabor. Si esta expectativa no se condice con la realidad, éste genera una sensación de rechazo.
Adicionalmente, el investigador explicó que los cambios en la música y la iluminación pueden hacer que un mismo plato pueda ser percibido de formas totalmente diferentes; algo que puede ser utilizado a favor de la gastronomía y el turismo.
"Participamos de la degustación de vinos más grande del mundo y tuvimos la oportunidad de cambiar y controlar el ambiente. Cuando pusimos luces verdes, la opinión predominante fue que el producto era demasiado fresco, lo que no gustó demasiado. Sin embargo, cuando pusimos melodías suaves y cambiamos el alumbrado a rojo, un 15% más de personas dijo que ese mismo vino era mejor porque sabía más dulce. ¿Qué nos dice eso? Que las condiciones externas sí importan", sostuvo el académico de la Universidad de Oxford.
Por otra parte, la impresión que queda al consumir un alimento o bebida también estaría mediada por el tamaño, la forma, el peso y el color de los platos, servicios y copas. Esto, debido a que cuando existen contrastes claros entre dichos elementos, los alimentos podrían ser percibidos por el cerebro como más apetitosos.
No obstante, existe un último factor que podría anular el efecto de todos los anteriores, el que está representado por el estado mental en el que los comensales se encuentran al momento de comer. De acuerdo a los resultados obtenidos por Spence, un consumidor feliz podría disfrutar una preparación de mejor manera, mientras que uno enojado podría mostrarse mucho más crítico al momento de evaluar.
Avances prometedores
Si bien las investigaciones realizadas podrían tener un enorme potencial para las actividades relacionadas con la gastronomía, la idea detrás de los estudios va más allá de lo económico.
De acuerdo a Spence, la realización de más estudios gastrofísicos no tan sólo permitiría determinar qué combinaciones generan sensaciones específicas en los consumidores, sino que también emplear dichos conocimientos para reducir la cantidad de azúcar y sal utilizada en los procesos productivos de los alimentos.
Adicionalmente, hacer más atractivos ciertos alimentos podría ayudar a combatir patologías psicofísicas como la anorexia, la malnutrición intrahospitalaria, la obesidad o el consumo excesivo de carne. Sobre este punto, el académico destacó que "muchas de estas ideas podrían ser aplicadas en cosas simples. Por ejemplo, el 70% de los japoneses hoy come mal, lo que está directamente relacionado con que lo hacen en solitario. Si usamos estos factores correctamente, podríamos hacer que la alimentación sea un tema más llamativo, social y saludable".
A pesar de ello, la gastrofísica sigue siendo una disciplina muy pequeña, debido a que todavía muchas personas no creen en sus resultados, lo que hace que generar estudios sea un tema muy caro y poco viable. Sin embargo, y de acuerdo al investigador, dichos desafíos son mucho menores que hace 5 o 10 años, por lo que el desarrollo de esta ciencia podría tener buenas perspectivas en un futuro.