Aprendizajes y afectos
Vivir acompañados de otros seres humanos a los que amas, con los que compartes lo bueno y lo malo, con los que te relacionas desde la amistad o el trabajo, es una experiencia que sin duda nos ayuda a crecer y a desarrollarnos en la mayoría de los ámbitos que conforman nuestra existencia.
Eso porque aprendemos a socializar a partir del contacto con otros, aprendemos a ser generosos si entendemos las necesidades de los demás, confirmamos nuestras ideas y convicciones a partir del diálogo con otros y también aprendemos a corregir nuestros errores en la medida en que dimensionamos cuánto hemos afectado a quienes nos rodean.
Es así como desde la otredad vamos comprendiendo que la vida es el espejo que nos devuelve una mejor imagen de nosotros, si lo que hacemos rebota positivamente en otros, simplemente para humanizarnos más.
Pero, si somos capaces de integrar en nuestra vida cotidiana la compañía de otros seres, como la de un perro, no sólo nos humanizamos más, sino que además aprendemos de ellos a ver el lado perruno de las cosas. Y eso es maravilloso cuando lo descubres, porque una de sus mayores cualidades es que no actúan por la razón, sino regidos por el amor y la lealtad sin condiciones.
¿Qué de novedoso tiene decir que ellos no necesitan hablar para darse a entender? Lo novedoso para nosotros es aprender a interpretar su particular lenguaje para brindarles lo que necesitan sin mediar en ello un interés egoísta.
¿Qué de novedoso tiene decir que ellos actúan por instinto, mueven su colita y dan brincos de alegría cuando llegas del trabajo porque eres lo más importante para ellos? Lo novedoso para nosotros es aprender a ser auténticos, naturales y nobles de corazón para retribuirles ese cariño, sin esperar que nos den las gracias o nos paguen por ello.
Lo triste es que nos acompañan un corto tiempo. Lo hermoso es que en ese corto tiempo actúan como verdaderos maestros que te enseñan a ver con los ojos del alma, a jugar como niños aunque pasen los años, a caminar junto a ellos para valorar la riqueza del silencio, a saber que alguien nos ama tal como somos y por sobre todo a dar gracias a Dios por habernos regalado la oportunidad de tenerlos.