Desarrollo y educación
Es conocido que la Economía de la Región del Bío Bío crece más lento que el resto del país desde hace ya algunas décadas. La explicación más común a este fenómeno es que el rezago se produce por razones estructurales: la estructura industrial regional se concentra en sectores de actividad económica de lento crecimiento. Típicamente la actividad manufacturera, especialmente de la gran empresa, es altamente productiva, pero crece lento y genera muy pocos empleos. Además observamos que el sector terciario, esto es comercio y diferentes servicios, concentra una alta proporción de la mano de obra ocupada, pero con baja productividad promedio. De acuerdo a la información del Instituto Nacional de Estadísticas en el año 2013 el 63% de todos los trabajadores ocupados en la región se encontraba en este sector.
El resultado de estas características estructurales hace que la economía regional en su conjunto crezca menos que lo que hacen otras regiones del país y que genere proporcionalmente menos empleos. Un correlato de esta situación es la reducción en la participación de la producción regional en relación a la producción nacional. Adicionalmente esto también supone un lento crecimiento en los ingresos de los habitantes de la región y una menor capacidad de la economía para resolver problemas de bajos ingresos y desocupación.
Sucesivas Estrategias Regional de Desarrollo han diagnosticado en forma correcta el problema indicando que es necesario generar polos de crecimiento regional alternativos a los tradicionales. Una pregunta relevante es: ¿cuáles pueden ser estos polos de crecimiento? Una opción que ha sido planteada es la generación de bienes y servicios con alto valor agregado basados en ciencia y tecnología, y que lleven asociados empleos productivos y de calidad. Un elemento considerado en esta propuesta ha sido la importancia que tiene el sector de la educación superior en la región.
Indudablemente es atractivo pensar en el desarrollo de un fuerte sector productivo con estas características, basado en la capacidad de las instituciones de educación superior como proveedoras de mano de obra calificada y generadoras de innovación tecnológica. Sin embargo, para que esta visión tenga una opción real de realización se requiere un cambio fundamental en la forma como los actores relevantes se relacionan. Específicamente en el caso de las instituciones de educación superior se requiere que éstas cambien drásticamente su forma de percibir su relación con el sector productivo y generen cambios en su estructura de funcionamiento interno que permitan que los resultados científicos se transformen en innovación productiva y que los profesionales formados con alta excelencia se orienten a la generación de oportunidades de negocios y empleos con valor agregado.
En una frase, se requiere una visión distinta del papel que le cabe a las instituciones de educación superior en el desarrollo regional.